El día se levantó con el sol aunque, poco a poco, la bruma fue rodeando de una sal escarchada a los edificios. Viernes y 13, en la cultura hispánica no cobra relevancia la fecha. El sol se abrió paso de nuevo para que Lucía yo yo pudiéramos comer un pescado riquísimo junto a la estación de San Severiano.
La tarde avanzaba y llegaba la hora de verse, realmente, con Paco Leal en el taller de Pepe Baena. Cádiz: unos amigos te llevan a otros, y a otros, en un eterno sin-vivir de sorpresas siempre agradables o inspiradoras.
Los tipos iban apareciendo, pero lo más llamativo de las calles era la calma chicha. Una ciudad siempre llena de trajín por sus calles guardaba silencio Me di cuenta que era el día de la gran final del Falla. Pero en esta ciudad, que en tantas cosas hace lo que le da la gana, asomaban los tipos de gente particular, un día que no es carnaval: es la final.
Me fui caminado por las calles, a mirar lo que hubiera y la música de pasacalles de los Superpops me alcanzó.
Como gladiadores, iban avanzando por las calles hacia el Gran Teatro Falla, entre vítores, pasacalles improvisado y apostura vencedora. Fue divertidísimo verlos avanzar hasta la puerta ladera: "solo para agrupaciones"…
A la plaza del teatro se acercaban el público
y otras especies de invitados:
A la entrada del paseíto de entrada al teatro se iban acumulando, abandonados, los restos de una litrona no celebrada...
En el café La Habana volvía a ver a Paco, con unos amigos, enfrente de la iglesia con una virgen embarazada.
Por la Calle Sagasta me paró un joven, un antiguo estudiante que ahora estudia en Cádiz, como si Cádiz fuera el remolino del mundo.
©Pablo Martínez-Calleja, 2015
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