martes, 31 de julio de 2018

El Carnaval en la pinza del tiempo

La Gigantona de León, Nicaragua. Chirigota a Monago, Badajoz, España. Carnaval chiquito y Carnaval de verano, Cádiz, España.
(De mi libro: “Cadi, ojo del remolino del Carnaval europeo”)



“El Carnaval es católico”. “El Carnaval es en febrero”. “El Carnaval termina con el Miércoles de ceniza”. Son afirmaciones que constantemente escuchamos, incluso de gentes relacionadas con la Cultura y su Ciencia. “El Carnaval es al mismo tiempo en todas partes”, pudimos escuchar en el último Congreso de Carnaval de Cádiz.
Pero el Carnaval no tiene bridas, tampoco temporales, y cuando se las ponen hace que cabalga, pero cabalga a su manera, y salta la valla, indómito, cuando la valla que le sale al camino le molesta.

Más que católico, el Carnaval es caótico y el cristianismo lo metió en una pinza del tiempo porque no podía eliminarlo ni ponerlo verdaderamente bajo control. Ese “hijo pródigo” de Caro Baroja, resultó que era un saltimbanqui y que “lo habían adoptado a la fuerza”, en realidad. La Iglesia le puso la brida de entre la Epifanía y el Miércoles de ceniza: el Periodo ordinario I del calendario litúrgico, un tiempo en el que no hay fiestas relevantes para la fe cristiana; tiempo ordinario. Y el día de los Reyes Magos, por la tarde, el primer día posible para el Carnaval, ante los ojos católicos, comienza el alemannische fasnet. En las comunidades de suevos que con una mano llevan la pértiga o el látigo y la otra lleva la huella del misal descolorido.
A unos pocos kilómetros, a lo largo de muchos otros, la región de los Alpes no sabía leer o los párrocos no sabían llegar, y los Krampusse salen, por ejemplo en Salzburgo, de sus sombras durante todo el tiempo cristiano llamado Adviento.

También el Carnaval hermano del de Cadi, el fasnacht de Basilea, Suiza, cuyo nexo común son los romanceros medievales, celebra su ritual de Carnaval fuera de fecha, de fecha católica, dado que la basilense es una sociedad protestante. Su Carnaval comienza a las cuatro de la madrugada del lunes siguiente al Miércoles de ceniza, y dura los tres días originalmente autorizados.

En Trás-os-Montes, Portugal, veremos que el Carnaval, en algunos pueblos, se celebra ya en la misma mañana del día 25 de diciembre. En Costa Rica, los diablitos se celebran alrededor del 30 de diciembre y al principio de febrero. Los agüizotes y el torovenado se celebran en octubre en Nicaragua, y otras celebraciones se alojan junto a San Sebastián, 20 de enero, como sería el caso de Jarramplas o de las carantoñas, en Cáceres.

¿Qué le pasa al tiempo? Que ni la Iglesia lo ha podido respetar porque los rituales precristianos tuvieron una fuerza de cohesión impresionante para las comunidades entre sí, y para su convivencia con sus realidades y contextos. Así vemos que hasta las vísperas de la Inmaculada Concepción, el 7 de diciembre, son fiestas asimiladas en Jarandilla de la Vera o en León, Nicaragua, donde son claramente un Carnaval fácilmente identificable.

Una vez fijadas esas fechas de celebración de lo que conocemos como fiestas, y que en mi opinión son celebraciones de rituales, el Carnaval, los rituales de invierno, continúan hoy mismo saltando sobre el calendario, porque los rituales de invierno no son de tiempo sino de causa.


Tomemos que los rituales de invierno, también llamados fiestas de invierno, son una representación teatral animista que la comunidad celebraba para protegerse de los espíritus dañinos que pudieran saltar desde las sombras. No todo el año hay sombras, como queda claro si observamos que hay un doble recorrido a lo largo del año: hacia la luz y desde la luz hacia la oscuridad.

La noche de san Juan, tradicionalmente del 23 al 24 de junio, es el solsticio de verano, cuando el día es el más largo y la noche la más corta. La noche del 24 al 25 de diciembre, tradicionalmente, se da la posición contraria de la Tierra en la elipse solar para nuestro hemisferio: es el día más corto y la noche más larga: la oscuridad. El año, y la vida de las personas, siempre han caminado con ese ritmo, en realidad confuso: de la oscuridad a la luz, y viceversa. Y la oscuridad siempre, hasta hoy mismo, ha producido desvelos y miedos en los seres humanos. En los seres antiguos, más en los arcaicos, el miedo era tremendo. Pensemos en nuestros niños, y en su miedo a la oscuridad, a las sombras, siempre acechando temerosos de que algo pudiera saltar desde ellas y dañarlos: un miedo atávico y también alimentado por la Cultura. Un miedo que se combate con la Cultura, con la Ilustración.

Así, cuando los rituales de agradecimiento por las cosechas iban quedando atrás, y las temperaturas del verano tornándose en fríos de otoño, el espacio habitado se iba volviendo pequeño, angosto, como una gatera que se va estrechando y oscureciendo, por la que los seres humanos irían caminando. Ahí se desarrollarían esos rituales liberadores, de lucha y victoria contra las sombras, contra los pobladores de las sombras: los espíritus dañinos. Danzas, con látigos, con látigos de fuego, danzas animistas en las que la comunidad resulta vencedora sobre los malos espíritus y gana la tranquilidad, la seguridad de su libertad. Nunca completa, por otra parte.

Mi hipótesis es que en un recorrido largo de siglos, esas danzas contra los moradores de las sombras fue transformándose, en especial durante la Edad Media, en una evolución compleja hacia las palabras y contra el espíritu de las personas poderosas, lo que anima sus comportamientos: hacia la Iglesia, hacia los políticos y gobernadores. Lo que fuera una danza ritual de cuerpos con látigos se convirtió en la danza ritual de las palabras como látigos, la sátira, contra los que usan el Poder, las sombras son el Poder, contra la comunidad. Por ello la sátira actual del Carnaval que constantemente se dirige contra los poderosos corruptos o abusadores, o contra quienes los secundan y ayudan, o contra quienes desde la comunidad se erigen, con sus conductas morales, en pseudo poderosos y amenazan la seguridad y la libertad de los miembros de esa comunidad.


Causa y no fecha

El Carnaval es la celebración de un ritual por una causa y no el cumplimiento de una fecha de calendario como simple celebración de una fiesta, lo que contribuye, o contribuiría, a la banalización del Carnaval.

Así, la vida interna del Carnaval sigue activa en relación a su causa y ajena a quererse dejar encerrar por el calendario. Su causa es el ataque contra los malos espíritus que anidan en las sombras, sea cuando fuere que las sombras cubran la luz: el uso no recto del Poder.

2018. El 28 de julio se celebró en León, Nicaragua, “una marcha de burla” para criticar al gobierno de Daniel Ortega y su esposa. A la vista de las imágenes del vídeo, donde se observan atuendos propios del Carnaval nicaragüense, así como probablemente una figura similar o equivalente a La Gigantona, presumiblemente para criticar a la esposa del presidente Daniel Ortega, ella misma vicepresidenta de la república, cabe pensar que la marcha de burla no es otra cosa que un salto de calendario del Carnaval a un momento preciso donde la causa pide a la comunidad un ritual de defensa contra los espíritus de las sombras, del Poder. La fecha del último Carnaval de León fue el 27.11.2017.


El Carnaval de Badajoz, en 2014, se celebró en su fecha del calendario litúrgico. El 3 de marzo fue el lunes de Carnaval, y el día 4 de marzo fue subido un vídeoa la plataforma you tubeen el que se puede observar a la murga Los murallitas que le cantaban al presidente de la Junta de Extremadura, José Antonio Monago, una copla que ya le habían cantado en el teatro. Esta vez, según el vídeo, se la cantaron personalmente a él, a la puerta de un restaurante al que acudía.
El 12 de noviembre de 2014, fuera del calendario litúrgico del Carnaval, la misma murga Los murallitas, ante la puerta del mismo restaurante de Badajoz, le cantaron al mismo presidente de la Junta de Extremadura, José Antonio Monago, la copla del Carnaval de marzo de 2014, pero adaptada a la nueva situación política producida por el mismo Sr. Monago.

En 2010 las fechas de Carnaval fueron, en Cádiz, días de lluvia intensaque hizo prácticamente imposible una verdadera celebración del ritual ni de la fiesta. De un modo inopinado, surgió una propuesta tímida de celebrar el Carnaval en verano, como fecha sustitutiva. Una propuesta que tuvo defensores y detractores, de lo que resultó la celebración del primer Carnaval de verano de Cadi, del 23 al 25 de julio.
No hubo una causa directa para tal salto en el calendario, pero si se puede hablar, diría yo, de la necesidad de la comunidad gaditana de celebrar su ritual, y de ello se deduce, también, la fuerza inmensa de un ritual al que no quieren renunciar y que viven como necesario en su celebración.

En 1987 no hubo un salto en el calendario sino una extensióndel calendario y con una causa directa como fundamento: añadir al ritual del Carnaval el combate ritual contra la Iglesia de Roma penetrando aún más en periodo de Cuaresma de su calendario litúrgico y saltando por encima de las normas que esa Iglesia había establecido, las de encerrar al Carnaval, como ritual antiguo de invierno en la pinza temporal del Periodo ordinario I de su propio calendario litúrgico. El vigor del Carnaval de Cadi quedaba patente, una vez más, como ritual necesario de la comunidad. Y la sátira quedaba igualmente clara: Carnaval chiquito, en contraposición al Corpus chiquito.


La explosión de Cádiz de 1947dejó marcado a su Carnaval. En contra de toda predicción, su Carnaval no quedó prohibido, aunque sí trasladado al mes de mayo, Periodo ordinario II, para así desactivarlo desde el punto de vista temporal. Además, su nombre fue suprimido y renombrado como Fiestas Típicas Gaditanas, de manera que con su nuevo nombre no quedaba ningún rastro, aparente, de su origen.
Sin embargo no fue aquí el Carnaval quien salto por el calendario sino el nacionalcatolicismo del general Franco, quien encerró al Carnaval en una nueva pinza del tiempo y le aplicó el lápiz rojo de la censura.

©Pablo Martínez-Calleja, 2018

lunes, 14 de mayo de 2018

"La globalización en las tradiciones"

En el marco del Festival Internacional de Máscara Ibérica, participaremos en la mesa redonda del 16 de mayo de 2018, en el Museo Nacional de Arqueologia de Lisboa:

sábado, 17 de febrero de 2018

Crónica clandestina del madrugón: “ninguna gracia”

Empezó la noche en la tarde, entre un rumor de coñetas, Hollywood a un costao y El Olivillo tapao. Éramos un mosaico desparramao de norte a sur, alrededor de un café, y que se repetirá como el pepino.

Empezó la noche con una ola que nos estampó en San Antonio con unos que querían “Burundanga me voy a tomar / pa’ que me puedas tocar”, gente de “… cuanto más metas, mucho mejor” y un conejito en el pecho de la batamanta.


Ay, pero llegaron “Los límites del humor”, ¿qué pensaría Paco Alba? ‘Hubo más tontos que banderas, y había muchas banderas’ y una tristeza congénita a esas cosas de la risa. Paquito, un chocolatero, mandó levantar un castillo, pero la cara que tenían era de muy amargaos. Es el Carnavá, que avinagra…

En los soportales, unos de una ducha en medio' la calle, el día antes, los del cubo de agua y Leonardo el náufrago, volvieron a salir “a nado”, gracias a que Graciela cayó en un enredo con Engracia, y los amantes resultaron hermanos, pero su novia d’ él su cuñada. Vaya, todo un Showmancero.


El bocata, que había sacao Graciela, terminó por ser de una salchicha, alemana, grande, larga, gruesa… “Te hablo de las salchichas, porque si se trata de pichas me vale cualquiera”: una absoluta “bavaridad”.

©Pablo Martínez-Calleja, 2018

Crónica clandestina y adeudada. El cornudo que trasiega bajo las entretelas de Cadi

Precisamente junto a la Plaza de la Cruz de la Verdad, esa que llamamos del Mentidero, ¿será que habría un lavaero? ¿Y que el hablar de las mujeres era un mentar? No lo sé.
Hay una calle, estrecha; a un lado volcaba el Titanic y enfrente apeaba el cornudo, subídose a un pescante, de abundante cornamenta, venido de las sombras de un Carnaval antiguo que Cadi pescó del mar. Kate coqueteaba bajo su sombrilla, luego partía, que los naufragios no son pa’ la elegancia, y al final fue la que se llevó a Leonardo a una puerta de caoba… Se entregaron, pero no a Eutimio, aunque pa’ diablo suene mejor que Fausto.


El remolino del barco, que liaso con el hielón, nos entregó a los guardias, que el año pasado mariscaban en gallego y este año eran agentes señeros, con su porra y su identificación ("¡caaaaaaabrón!"). Dos guardias muy atentos que supieron seguir la pista del reguerillo que, de la bolsa de basura, fue cayendo al portal de La Factoría, que la gente vive en unos sitios… Había reunión de vecinos “por [un] predictor cogío / con pinzas en el tendedero”, y su señora sospechó. Después de la reunión se pusieron a cantar, “… una grande y libre…” a la puerta de la Santa Cueva, unas Roja[s].
Salimos de viaje hasta Capuchinos, y los que allí cantaban esta mañana le han llevado flores a una señora. No eran tuna…

Mas me quedé sin mis canallas, los del asko de Carnavá, que la gente andaba agitada: sería por el barco hundido, sería por la bandera alzada.


©Pablo Martínez-Calleja, 2018

jueves, 15 de febrero de 2018

Madroños de piconera para Gades. La artesanía de Cádiz (y 2)


Premisa necesaria. Alexa Meade ha introducido algo en el arte que plantea una diferente perspectiva para las artes plásticas: “Tu cuerpo es mi lienzo”. Su “Living Colors” estuvo presente en la Documenta de Kassel (Alemania) y muy solicitado en la galerías de arte de mayor reputación mundial.

Jesús Ramos, un joven bachiller extremeño, ganó su mejor nota siguiendo, para su examen del IES Al-Qázeres, a Alexa Meade, y con una mención especial y el asombro de toda Extremadura y la mitad de España.


Eva Zamorano (Cádiz, 1968), diseñadora de moda, formada en la agencia de Raquel Revuelta, de Sevilla, fue elegida diseñadora novel 2009 en la plataforma SIMOF. En 2015 había hecho ya los diseños para la pregonera del Carnaval de Cádiz Merche Trujillo Callealta. También hizo diseños para más de una Ninfa del Carnaval de Cádiz.

De 2009 son los magníficos diseños de moda taurina, colección dedicada a su marido:



Eva Zamorano experimentó Body Painting en una pasarela de moda flamenca, “Aires de libertad”. Y conviene insistir en la enorme diferencia entre Body Painting, que es pintar sobre la piel, y el Living Statue de Eva Zamorano, que no es pintar sobre la piel sino sobre un tejido opaco que cubre completamente la piel.

El palmarés de diseños y lugares donde los presenta, la pasarela internacional de moda flamenca de alta costura del Hotel Hilton, por tomar un ejemplo, no dejan lugar a dudas en cuanto a la calidad artística de nivel indiscutiblemente internacional de Eva Zamorano.

©Eva Zamorano
Estatua viva. En un trabajo de inspiración paralela a la de Alexa Meade, Eva Zamorano logra lo que podríamos calificar como Living Statue, aunque diferenciando con claridad las estatuas vivientes, que se pueden ver por las calles, de las Estatuas vivas de Eva Zamorano. Todos sus diseños, sean de alta costura o para el Carnaval, tienen su primer origen en el propio cuerpo de la mujer que ha decidido ser vestida por la diseñadora gaditana.

Así, cuando recibió el encargo de María Romay, su memoria se devolvió a los paseos de cuando novios a los pies de la conocida Gades con su hoy marido. Y realizó un primer diseño, que convenció a la Sra. Romay.

©Eva Zamorano
Su inspiración para el boceto partió del viento y de la mar, de la bravura que la estatua presente en la punta de San Felipe representa, de su empatía con la mujer gaditana real, la que trabaja y carga sobre sus espaldas con ese trabajo y el esfuerzo diario de la vida cotidiana. Así, las hombreras cargan con los madroños típicos del traje de piconera, y en el tipo diseñado para María Romay, representan el peso que carga con entereza y esfuerzo, pero con orgullo, la mujer gaditana real.

En primer lugar se realizó una malla, que fue comprada ya confeccionada, para cubrir todo el cuerpo, sobre la que poder pintar después. Este primer intento resultó fallido: el tejido de algodón no resistía el tratamiento de pintura, realizada por Queco de diseño Quatro. Se cambió entonces a una malla de lycra, confeccionada por la conocida costurera gaditana del Carnaval, Aurora Marchante Macías, que abrigaría mejor a María y soportaría el tratamiento de color. Por cierto, una malla lisa, sin ningún tipo de relieve en ninguna parte, aunque un programa de tratamiento de fotos haya añadido lo que en la malla original, ni en la pintada, nunca existió.

A la malla de lycra se le añadieron unas hombreras de las que cuelgan las bolas tan típicas de los trajes de piconeras, y que remedan “las bombas que tiran los fanfarrones”, y con las que la mujer gaditana se hacía, con ellas, tirabuzones.

©Eva Zamorano 
Se añadió un manto que debía presentar la luz atrapada del atardecer de Cádiz, un trabajo de confección de Jorge Duende, cuya pintura realizó Mercedes Vilches (que también pintó los zapatos).

©Eva Zamorano

©Eva Zamorano
Finalmente se armó el pelo de María Romay con unos alambres que hicieran posible representar la levantera de Cádiz sobre los cabellos de La estatua Gades. El armazón de alambres fue un trabajo de Manuel Jesús Sánchez Parra, de Artifex, y la peluquería corrió a cargo peluquería de Jéssica Alcalá. El trabajo de maquillaje fue realizado por Pilar Make-up.

©Eva Zamorano
Resumen final. La artesanía de Cádiz, y la de su Carnaval, ha alcanzado una enorme calidad y especialización, en un desarrollo paralelo al de las artes plásticas de mayor nivel internacional. Una vez más, Cádiz se esfuerza y trabaja para estar en los primeros puestos, en los puestos de verdadera altura, y para competir en todos los ámbitos.


©Pablo Martínez-Calleja, 2018

Crónicas clandestinas. Das Wilde Heer (Los Hombres salvajes)

Llegué ayer a Cadi y se abría un paréntesis que se ha cerrado en la casapuerta de La Clandestina hace un momento. Un remolino. Estas calles de Cadi Cadi son un remolino que te traga y hace de ti lo que ellas quieran, te llevan, te traen y te trajinan, sin ninguna mardá ni miramiento, y cuando quieres darte cuenta están rompiendo las primeras luces del alba entre coplas y copas.

Después de cenar un buen lomo de bacalao de alguna bahía, bueno y fresco, encontré la silla prometida en el Café de Levante. Apareció una chirigota gamberra, divertida, de esas que todavía conocen el arte de la risa, de la muy poquísima vergüenza y de un verbo que es carne, de carne, una carne Tótem-gordo-Carne-val. Unas guerreras “Hombres salvajes”, o del bosque, para que la ironía de la lengua les dé más ocasiones.



La fuerza centrípeta me arrastró hacia el Pópulo y al delirio de la que fueron Las Presas Ibéricas, acodadas a la barra de un bar, que nos devolvió a lo oscuro, lo canalla y la desvergüenza desatada con mucho arte. La fuerza centrífuga me elevó al pretil del Puente Carranza, con un punto de humor negro que encontré absolutamente genial. Me caí del murete y la corriente me llevó por entre sargazos irrelevantes hasta que me vi hasta dos Jueces Lores, cuando de pie ya solo me sostenía el pellizco de humor de la Penúltima Instancia.

©Pablo Martínez-Calleja, 2018

martes, 13 de febrero de 2018

Gades, libre y brava. La concejala (I/2)


Nota previa. Gades no es una mujer, Gades es Cádiz, que como tantas ciudades es de género gramatical femenino. Cádiz (en adelante Cadi), es considerada por no pocos una mujer, pero una mujer-concepto y no una mujer real. Como tal mujer-concepto se vuelve un concepto político, que en la tradición española, claramente contrarreformista católica (no se pierda de vista que el Dogma de la Inmaculada Concepción fue y es español, y muy andaluz), obliga a las mujeres a navegar por los vientos de una sociedad machista y patriarcal. Todo lo humano es político y está politizado.

Gades se vuelve estatua presente en 1987, año en que queda instalada en Cadi. Una estatua que es una mujer que mira al horizonte, una mujer desnuda, con apenas un manto arrebolado entretenido por el viento. Una mujer mito. Y una estatua que hasta hoy parece del gusto de tod@s, o nadie parece haber protestado nunca demasiado. ¿Por qué?
Porque lo molesto es ver de cerca lo que mejor se tiene lejos si no se comprende del todo bien, o porque no se acepta. Porque a las estatuas cada quien les otorga su catecismo particular y ya el Mundo sigue en orden porque están lejos, como ajenas y fuera de una realidad demasiado próxima y quizá hiriente. Si la estatua se vuelve viva, de pronto, el marco de significado se altera, resulta real, tangible, y peligroso quizá.

Prólogo. Hablar de cualquier Carnaval de Europa resulta complejo por su amplia diversidad intrínseca. Todo Carnaval es polifacético y todo Carnaval es político. Todo Carnaval es único. Todo Carnaval, por ello un nombre común para todos, tiene unos elementos comunes. Hay tres elementos a los que debemos, en mi opinión, atender con cuidado: 1) Crítica y queja por el malestar en la vida sexual; 2) Crítica y queja contra el Poder por su uso abusivo o ridículo; 3) La posibilidad de “ser alguien otro” durante unos días.

Cuando hablamos del Carnaval de Cadi deberemos mencionar el disfraz y el tipo. Yo deseo aventurar algo que quizá haya sido menos tratado de lo necesario, excepto en el magnífico trabajo de la Dra. Ana Barceló (2015; 26): “[El tipo] Es algo más que el conjunto de prendas que permiten a una persona pasar inadvertida”.

El disfraz podría servir al deseo descriptor de nuestro José Ortega y Gasset (1964; 195) de lo que para él sería el Carnaval: “(…) fiesta en que nos ponemos máscaras para que nuestra persona, nuestro yo, desaparezca. De aquí que la mascarita hable con voz fingida a fin de que también su yo resulte otro y sea irreconocible (…)”. En este sentido existe el disfraz, como un escondite, como un refugio. El tipo es una muy otra cosa.

El tipo, y no solo en Cadi, aunque mucho más en Cadi, es el ser que da cuerpo, forma y voz, a una historia que llevamos dentro y queremos contar. Bueno, más bien gritar con desgañite tranquilo. Sea esa historia la que sea. Es el rasgo número 3: la posibilidad de ser alguien otro durante unos días. Pero, ¿para qué?

¿Para qué queremos ser un alguien otro? Para divertirnos escondidos o para divertirnos denunciando, con sonrisa o risa, con Sátira, e incluso de modo grotesco, nuestros malestares en nuestra Cultura: la crítica, en la que Cadi puede ser muy hábil. Para divertirnos denunciando a cara descubierta, pero con la convención teatral de la desrealización: los dos coloretes, uno en cada mejilla.


©Eva Zamorano

Los aparentes hechos. Una cierta boulevard-presse, rijosa y verderona, se ha fijado en la estatua viviente, después de tener delante de sus narices a la estatua original durante años. Lo que ofrece a su público parte de la premisa de que estuviéramos viendo a la concejala desnuda y se echa las manos a la cara con los dedos muy bien separados, en lugar de realizar una mínima reflexión de observador que si conocieran a John Berger hubieran acometido: profundizar en lo que se ve, en lo que experimentamos como emoción de lo que vemos o creemos que vemos, y en lo que significa para nosotros. Se han quedado con la emoción deseada de ver a una mujer desnuda que no lo estaba, sino que lo parecía. Y que, además, era una mujer desrealizada en estatua viviente. La concejala no era ya la concejala sino La estatua Gades, pero en una suerte de juego de existencias múltiples, aunque jerarquizadas y simbólicas. Algo parecido a lo que la mano mágica de El Selu hizo cuando dejó desaparecer a la antigua alcaldesa para sacar de su sombrero del Humor “la rajita de su urna”.
Han visto desnuda a la concejala para componer el estúpido ripio de chichi y Kichi, y tratar así de destruir al gobierno municipal de Cadi.

Y sí, “La estatua Gades” sí va enseñando el chichi, todo su coño, y sus espléndidos pechos, todo su cuerpo; su tripa también. pero no la concejala, ni María Romay. La estatua. ¿Por qué no?

La fantasía es el placer del impedid@ para materializar su placer. Lo que no está nada mal, pero sería bueno distinguirlo para no sufrir neurosis. ¿Alguien ha visto los pechos de la concejala de Fiestas y Transparencia? Yo no, y he mirado con lupa. Y no solo. Me he permitido preguntar, averiguar. Porque desde el comienzo vi el principio gaditano del Carnaval: el trampantojo, el doble sentido. Pero esto lo vamos a dejar para una segunda parte: el cómo se hizo.

A mi modo de ver María Romay, a la sazón concejala de Transparencia y Fiestas, que no de transparencias porque no hay tales, decidió bajar a la mujer-concepto de un pedestal que le es una silla de clavos afilados. Ponerle a ese símbolo una lapa más, la de la realidad, la lapa de la mujer empoderada, la de la amazona. Dar un escándalo, pero un escándalo con inteligencia, además gaditana: el doble sentido, el trampantojo arrebujado entre los pliegues del manto arrebolado y estorbado por el levante. Un levante bravo, sí, y una estatua de bronce. Y muy “poca vergüenza gaditana”.

©Pablo Martínez-Calleja, 2018