jueves, 26 de febrero de 2015

Catohólicos anónimos

El padre Vinagre y el padre Pirriaque han vuelto, cosa no tan común, a las calles con sus responsos y homilías. Se agradece y me resulta agradable encontrar imprescindible la referencia con el año anterior, con el pasado inmediato y con el recuerdo y la memoria.

El sentido, uno de los sentidos del carnaval es lo efímero, como lo es también de la cuaresma: “Acuérdate de que eres polvo y que al polvo debes volver” (Gen 3,19). Sin embargo el carnaval de Cádiz ha vencido, en cierto modo, su carácter efímero por su deseo un poco diogenésico de acumularlo todo. Por cierto la memoria, junto a las nuevas estructuras de pensamiento, disuelve, quizá, la función simple y única de válvula de escape que alguna vez tuvo el carnaval para ser piedra de toque, o poder serlo, de cambios de orden social, personal y político, en mi opinión.


Pero volvamos a mi necesidad de relacionar con los Catohólicos anónimos a Los hombres de paja. Ellos mismos, en un acto casi único, diría yo, nos llaman la atención sobre ello y provocan el efecto que yo antes describía (no sé si consciente o inconscientemente). Lo consiguen, que es lo importante:

“Se preguntarán ustedes
al vernos así vestidos:
¿el mismo tipo otra vez?
Otra vez el mismo, hijo.”

El juego de su comicidad funciona, en una forma que yo reivindicaría como de cabaret para entendernos en un contexto cultural europeo. Y sigue su referencia al año anterior, su reivindicación de las letras anteriores, a la memoria activa y constructora de mayores contextos que no se agoten en el carnaval anual, y desaparezcan:

“No guiarse por la ropa
no somos hombres de paja,
pero eso no significa
que renunciemos a las… misas.”

La burla, sí, burla, de un determinado uso del texto sagrado (“Porque lo dice la biblia, / dejadme que os lo recuerde, / el que esté libre de polvo y paja… / no sabe lo que se pierde”) y una nueva referencia a la memoria, seguramente para retener lo efímero-que-no-debe-esfumarse. Aquí reflexionaría yo sobre la negación del Cantar de los cantares de la biblia, por parte de muchos sectores conservadores, que sí mostraría la gran pena que es renunciar a los placeres del amor carnal.

Es interesante cómo construyen el discurso para crear contextos de comicidad, siempre usando retales de esas expresiones (que tanta gente reproducía, y reproduce, sin ton ni son, pero con tino) que, memorísticamente, tuvimos que aprender del catecismo los que pertenecemos a esa misma generación:

“Catohólicos anónimos.
De eso venimos los dos.
Podemos decir el pecado,
pero no el pecador.”




Curiosamente muchos sacerdotes y otras gentes organizaban sus contextos significativos del mismo modo, citando de pronto un retal bíblico o del catecismo (no mezclar) para salir diciendo con autoridad lo que quisieran decir:

“Pecado” y “Podemos” juntos,
a ver si va a parecer
que el romancero lo ha escrito
La Razón o el ABC.”

Usan con gusto las deformaciones tan propias de aquel teatro del sainete y la astracanada; burla, también, de un humor que ya dura demasiado, y cuya superación callejera encuentra su máxima expresión en Los del Perchero y en Los Guatifó, entre otros.

Carnaval superlativo, en mi opinión, burla contra todo, acusación ácida contra los necios, protesta honesta del malestar en la vida sexual… Y ataque inteligentísimo al uso mezquino del Poder local:

„aunque sea conservadora...

tendrá su caducidad!”

©Pablo Martínez-Calleja




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