El
padre Vinagre y el padre Pirriaque han vuelto, cosa no tan común, a las calles
con sus responsos y homilías. Se agradece y me resulta agradable encontrar
imprescindible la referencia con el año anterior, con el pasado inmediato y con
el recuerdo y la memoria.
El
sentido, uno de los sentidos del carnaval es lo efímero, como lo es también de
la cuaresma: “Acuérdate de que eres polvo y que al polvo debes volver” (Gen
3,19). Sin embargo el carnaval de Cádiz ha vencido, en cierto modo, su carácter
efímero por su deseo un poco diogenésico de acumularlo todo. Por cierto la
memoria, junto a las nuevas estructuras de pensamiento, disuelve, quizá, la
función simple y única de válvula de escape que alguna vez tuvo el carnaval
para ser piedra de toque, o poder serlo, de cambios de orden social, personal y
político, en mi opinión.
Pero
volvamos a mi necesidad de relacionar con los Catohólicos anónimos a Los
hombres de paja. Ellos mismos, en un acto casi único, diría yo, nos llaman la
atención sobre ello y provocan el efecto que yo antes describía (no sé si
consciente o inconscientemente). Lo consiguen, que es lo importante:
“Se
preguntarán ustedes
al
vernos así vestidos:
¿el
mismo tipo otra vez?
Otra
vez el mismo, hijo.”
El
juego de su comicidad funciona, en una forma que yo reivindicaría como de
cabaret para entendernos en un contexto cultural europeo. Y sigue su referencia
al año anterior, su reivindicación de las letras anteriores, a la memoria
activa y constructora de mayores contextos que no se agoten en el carnaval
anual, y desaparezcan:
“No
guiarse por la ropa
no
somos hombres de paja,
pero
eso no significa
que
renunciemos a las… misas.”
La
burla, sí, burla, de un determinado uso del texto sagrado (“Porque lo dice la
biblia, / dejadme que os lo recuerde, / el que esté libre de polvo y paja… / no
sabe lo que se pierde”) y una nueva referencia a la memoria, seguramente para
retener lo efímero-que-no-debe-esfumarse. Aquí reflexionaría yo sobre la
negación del Cantar de los cantares de la biblia, por parte de muchos sectores
conservadores, que sí mostraría la gran pena que es renunciar a los placeres
del amor carnal.
Es
interesante cómo construyen el discurso para crear contextos de comicidad,
siempre usando retales de esas expresiones (que tanta gente reproducía, y
reproduce, sin ton ni son, pero con tino) que, memorísticamente, tuvimos que
aprender del catecismo los que pertenecemos a esa misma generación:
“Catohólicos
anónimos.
De eso
venimos los dos.
Podemos
decir el pecado,
pero
no el pecador.”
Curiosamente
muchos sacerdotes y otras gentes organizaban sus contextos significativos del
mismo modo, citando de pronto un retal bíblico o del catecismo (no mezclar)
para salir diciendo con autoridad lo que quisieran decir:
“Pecado”
y “Podemos” juntos,
a ver
si va a parecer
que el
romancero lo ha escrito
La Razón
o el ABC.”
Usan
con gusto las deformaciones tan propias de aquel teatro del sainete y la
astracanada; burla, también, de un humor que ya dura demasiado, y cuya
superación callejera encuentra su máxima expresión en Los del Perchero y en Los
Guatifó, entre otros.
Carnaval
superlativo, en mi opinión, burla contra todo, acusación ácida contra los
necios, protesta honesta del malestar en la vida sexual… Y ataque inteligentísimo
al uso mezquino del Poder local:
„aunque
sea conservadora...
tendrá
su caducidad!”
©Pablo Martínez-Calleja
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