domingo, 6 de marzo de 2022

Crónicas clandestinas de Basel 7


Camino por la estación central de Basel, ciego por el frío que empaña las gafas si llevas mascarilla. Escucho un ruido significativo, unos zuecos de madera contra el suelo. Me giro, busco con la mirada dos Fasnächtler(carnavaleros) caminan para abrazarse. El primer signo de vida del Carnaval, Fasnacht, en tardopandemia. Sí, Fasnacht, en guerra y cuando no hay guerra. Mañana en mi columna de los lunes lo explicaré con detalle.

 

Salí de Cadi con los sones frescos en mis oídos de las últimas coplas que escuche antes de que un tren me sacara clandestinamente todavía de noche. Basel me recibía silenciosa, aun, sus calles vacías y más frío. La ardentía de estómago quedó atrás; la lluvia del último día, personas orinando en las calles. Coplas geniales que todavía estoy digiriendo. Un Carnaval a regañadientes en el que la concejala se deja fotografiar con placer, para ser vista en un evento prohibido por ella misma; luego tolerado.



Basel prohibió sus dos últimos Carnavales, este quería prohibirlo. Ninguno de los dos faltaron en las calles; el de este año tampoco, con el visto bueno de la autoridad.

 

Los comercios se decoraban poquito a poco. Pasé, esta mañana, por la casa cuyos moradores estaban engalanando en 2019 y ya las serpentinas colgaban. El café del granadino, detrás de la Plaza del Mercado, cerrado hasta las cuatro de la madrugada. Víspera de Fasnacht, sin duda. El saludo de Felix dándome la bienvenida. Mesas de cervecera; baños públicos instalados. La primera banda de música de ensayo general en el pequeño Basel. Los pesos para asegurar los forillos iluminados en la Plaza de la Catedral. Todo a la espera, y a partir de los zuecos zapateando el suelo, habrá Fasnacht. Sí, Fasnacht, en guerra y sin guerra.


©PabloMtnezCalleja, 2022

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