Estaba
llegando ya el momento de hablar del ninguneo, pero no terminaba de llegar y
ahora ha sonado la hora para abordarlo sin ambages, de modo directo y claro.
No, no
se trata de un ninguneo concreto contra una persona en concreto. Si fuera así
el asunto no sería grave. Se trata del ninguneo como forma de vivir, como
estilo de vida. Ese estilo de vida no solo español, pero muy español también.
Un estilo de vida para el que se inventó la mitología de la cama de Procusto y
que en la cultura española hace estragos, además de ser el modo preferido de
acostarse de casposos y emergentes.
Es un
riesgo seguir publicando mis artículos en mi blog, al mismo tiempo que un
inmenso placer y un honor que los lean miles de personas en casi veinte países
del mundo. Un riesgo porque hay un número de títulos (así se habla en el
lenguaje de la nobleza y de lo medieval) que simplemente se hacen los no
enterados y eso les da para justificar la negación de lo que en los artículos
pueda aparecer. Es esa forma infantil de interpretar el mundo, desde la que si
se cierran los ojos todo deja de existir en su derredor. Bueno, harían, y
hacen, lo mismo, si los artículos estuvieran indexados, porque su soberbia
titular les da para todo, bien desde la caspa, bien desde la emergencia. Bien,
veremos de indexarlos, además.
Hay que
seguir publicando, porque el escritor escribe porque es parte de su ‘naturaleza’,
como el respirar. Porque escribir no es un placer sino una necesidad vital.
Porque el único modo de cambiar las cosas es escribir, desde que al escribir
dejamos de asociarle lo de levantar barricadas; porque las columnas de papel
valen tanto como muchas barricadas.
Porque
se escribe aunque el editor, casposo o emergente, no te pida publicación, o te
la pida gratis y se la niegues porque quieres cobrar igual que él. Se escribe
aún más cuando tratan de esconderte. Y todavía más cuando hay tanta gente
dispuesta a escuchar tu propia idea del mundo y te sientes respetado y bien
solo por verte leído.
Quienes
leen lo saben, y por si no se había dado cuenta alguien: los escritores no
escribimos para vosotros, pero vuestro leer es nuestro aliento, aunque pudiéramos
seguir viviendo sin aire.
©Pablo Martínez-Calleja, 2017
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