Como
aquellos romanceros que traían de lejos, siempre de lejos, las noticias que de
otro modo nunca hubieran llegado. Romanceros, aquella forma de periodismo
arcaico, última forma arcaica previa a la aparición de la imprenta. Noticias
mitad realidad, mitad ficción inventada para que la sonrisa o la risa mantuviera
la atención y la mano cerca de la bolsa, de la que saliera, siquiera, una
moneda. Ficción agría, que se echara encima de lo que la moral del dicente
quisiera criticar, combatir o ridiculizar. Humor, humor que siempre vive del
retorcer de la lengua, de la desvergüenza; de sacar de la oscuridad de los
hábitos del salón lo que todo el mundo sabe y nadie se atreve a nombrar, o se
es un bufón.
Un
romancero de raza, el de Javier Benítez y Monano, que nos tiene acostumbrados a
un Carnaval gamberro, iconoclasta, cuyo disfraz para su Tipo suele ser el
mamarracho gaditano, vuelve a serlo sin dejar de la mano su saber teatral,
escenográfico y la invención de un cartelón sintético, adaptado a los tiempos
modernos y fuera de las normas del concurso y de la Edad Media.
“Ni una cuarteta pa’tirar’ en un texto magnífico en forma
y contenido. Su contenido sigue la más pura tradición, la de contar un hecho,
un hecho que ocupa a la ciudadanía en su realidad local gaditana; crítica y
queja por la situación injusta que produce un malestar:
“En
Cadi no hay quien aparque
ni en
línea ni en batería,
por eso
ha tardao 3 año
en vení
Susana día.”
Al
tiempo que muestra un doble malestar, o triple: la deformación de su propio
cuerpo por su trabajo (que a su vez nos lleva a un lugar común gaditano de
chiste y risa: el butanero) y por la Semana Santa, en una cuarteta artefacto de
la risa:
“Si
andamos como los zombis,
con un
hombro más elevao,
es
porque este es butanero
y yo
cargo el despojao.”
No
falta tampoco la referencia a la milenaria y mitológica historia de la ciudad,
que estos dos romanceros siempre han ridiculizado en la exageración habitualmente
usada, más un lugar común muy manido y ausente de verdadero significado, dado
que aunque las autoridades y sus acólitos se han llenado siempre la boca con
los famosos tres mil años (a los que el paso de los años no han sumado ni uno
más…), el patrimonio sigue abandonado al aire y a los elementos…:
“Hércules
fundó Cádi
cuando
acabó los 12 trabajos;
si
hubiera tenío que aparcá
no
hubiese fundao… nada.”
(Véase
que en este último verso se juega con la expectativa del publico, que espera
/un caraho/ y lo sustituye por el normalísimo /nada/).
Y
sigue:
“Por lo
visto dejó er carro
en
carga y descarga aparcao,
y
cuando mató al gigante
ya
tenía la grúa al lao.”
“Si los
fenicios fundaron Gadir
al lao
de la Torre Tavira
y
tuvieron que aparcá
al principio
la avenida.”
Otro de
los elementos que a mí, muy personalmente, me agrada observar es el uso del
habla gaditano sin disimulos, digamos el uso del dialecto, como elemento de
identidad no solo gaditana sino de su Carnaval. Estoy convencido que la
normalización del habla en el Carnaval gaditano sería una pérdida, la pérdida
de un elemento cultural de primer orden, al hilo de la naturales
reivindicaciones del habla andaluza (y gaditana) como un habla del que no hay
que avergonzarse, al contrario de lo que la tradición “castellana” con su
estándar de lo culto ha pretendido, ridiculizando a andaluces y gallegos, entre
otros, por su habla o por ‘sus costumbres”, atribuidas solo desde el cliché y
el prejuicio.
Tampoco
este romancero se plegó a ningún compromiso de corrección política de ninguna
clase, y en su texto se puede ver cómo aparece su suegra, sin que su suegra sea
convertida en un chivo expiatorio del machismo, en mi opinión:
“Pero
cuando llegué al portal
mencontré
a mi suegra sola,
que me
dijo ante de entrá:
tú me
lleva al Mercadona?”
Aunque
además:
“Mi
suegra llegó por detrá
le dio
un bastonazo certero
y al
ver sarpicá to esa sangre
entendí
lo de sarpicadero.”
Así
mismo, y de modo muy conmovedor para mí, encontré entre estas cuartetas algo que
yo mismo pude vivir durante los días de mi estancia en Cadi (a partir del
minuto 8:10 del vídeo):
“A
veces cuando me aburro
me meto
en el coche a esperá
y a
reirme de to el que se para
y me
dice: ¿tú te vá?”
El
romancero se despide recuperando la presencia de los ausentes, el resto de los
Benítez, habituales de la agrupación, y con una cuarteta completamente adaptada
al romancero:
“Si
quieren, todos ustedes,
conservar
bien su salud
más
vale que nos ayuden
a pagar
la zona azul.”
Parking
Dead tematiza, con gran humor e ironía, la situación de aparcamiento en la
ciudad de Cádiz, así como el desastre circulatorio heredado de la época de
Teófila Martínez, en especial la construcción de un puente que a vista de
muchos resultaba innecesario, y de cuya señalización llegan hasta hoy mismo no pocas
complicaciones.
El
libreto no es otra cosa que ese sobre manila en el que uno se encontraría la
multa. Un romancero con una conjunción completa de tipo, texto y libreto, en la
mejor forma de Carnaval de Cadi, en mi opinión.
©Pablo
Martínez-Calleja, 2017
Este ROMANCERO ES UNA ABSOLUTA MARAVILLA. Junto con la de El Eterno repetidor, son mis DOS FAVORITOS ever forever. Y aún así, me los pongo de vez en cuando...! Genial artículo! Gracias!
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