La
Shirigota rockera ilegal de Cadi es como el Pepito Grillo de un Carnaval
(todos) contra normalizarse, adoptar poses y perfumes de bailes de máscaras que
pudieran substituir agradablemente la incómoda necesidad de decirle al
sinvergüenza que lo es, pero decírselo de corazón y tuétano. Son los autores de
una poesía que no habla de la yedra para alcanzar el amor, sino del pelo para
disfrutar de la alegría, salvaje y deshinibida. No busquen dientes como perlas
ni cuellos de cisne.
Hay un
público que no arrima por allí, y otro que seguro que va a darse una mano de
barniz. Aunque seamos justos, la mayoría de los que van por allí son almas
desgarradas por el “Homo Economicus”, no lo aguantan más y beben, como los
vampiros, del aliento de estas malas bestias. Eso es lo punk, búscalo si
quieres gozarlo: lo vas a encontrar.
Detrás
de todos esos bastinazos, sea el tsunami de flujo, sean las tartaletas de
requesón que la vecina hacendosa prepara con el último condón. Detrás, como
digo, de todos esos bastinazos hay algo más, bastante más, mucho más. Poco de
banal, mucho de anal psicoanalítico que ellos, espejito de la madrugada,
muestran al que se ponga las gafas de ver.
Claro
que hay juerga y gamberreo, sin eso no habría Carnaval. Como no lo habría si
todo fuera superficial, para convertirse en un simple espectáculo de
variedades. Pero no hemos llegado a tanto, aquí se trata de cabaré golfo y
macarra, de cabaré delirante, de vida delirante colocada en el escaparate y no se
vende, nada, excepto el CD.
Es precisamente
en este momento, en que una denuncia de unas viudas
gallegas pone contra la Ley al concejal de Cultura responsable de un cartel
del Entroido, cuando
el Carnaval más indomable debe presentarse, y salirse de la pinza del
calendario en que la iglesia, una y otra, han querido encerrar y dejar morir al
Carnaval, que una vez luchó contra el diablo y hoy lucha por la libérrima
libertad y contra el desvarío del Poder.
La
burla es nuestro último cuartel de invierno, la cueva de ese Homo Erectus,
siempre empalmao, siempre palote. Una burla que surge de la realidad, elementos
que se exageran para que esa realidad invisible para muchísimos cobre
visibilidad. El Carnaval es como un despertador de conciencias, además del
mejor acuerdo para la risa.
Sí,
erectus será empalmao, tomado de una forma directa, y bipedestático para quien
le dé más vueltas: hecho fundamental en la evolución humana.
Ya en
la presentación anuncian a los novicios de entre el público que su Carnaval
será de pelo. Pero, ¿solo pelo?
El
primer culpé trata de las peloteras conyugales tan propias durante la
preparación del Carnaval y durante el Carnaval mismo:
“(…) mi
parienta, conmigo, siempre ha tenido
muchísima
paciencia,
porque
la pobre está disecada en el museo de ciencias.”
De ahí
pasamos a nuevas formas de vida social, nuevas en nuestro mundo católico de
moral sexual muy limitada y todavía desconocedores de prácticas milenarias que
ahora se están poniendo de moda:
“(…)
ella me está enseñando a correrme al revés
y em
pego tol día tan empalmao como el Everest;
tol día
en erección
sin
eyaculación (…)”.
Sus
textos son directos y deshinibidos, algo que cabría observar como un ataque
contra la cultura pequeñoburguesa, puritana o amiga de convenciones sociales.
Un ataque que en una sociedad como la española juega un papel de emancipación
sexual de importancia (como queda corroborado por los textos de agrupaciones
callejeras de Carnaval como Cadiwoman, que obtuvo un verdadero éxito con su
Clitorito).
Curioso
el papel diferenciado que esta Shirigota callejera e ilegal le atribuye a la
mujer, a diferencia de la que otorga al varón:
“María
la sapiens es lista, es una gran inventora,
nos
vienen del carajo sus ideas innovadoras (…).”
“(…)
pero un día llegó el homo sapiens
y con
su intelecto me intentó convencer,
me dio
el nota un pedazo de zoleta
con la
intención de que currara pa él,
(…).
Él me
decía que yo era primitivo
y que
trabajar me vendría muy bien (…)”.
Llamativa
es la impronta del habla porteña que han incorporado este año estos magníficos
cantores y escritores. Empiezan por la expresión:
“Con un
moraso en la punta yo conocí a una china
(…).”
Para
seguir con dos cuplés enteros en esa habla:
“Salgo
con una argentina,
guapa,
muy buena muchacha,
tiene
un culito lindo, adornado con sus
cachas,
y
cuando su chimichurri se pone sabrosón,
mi chorizo criollo alcanza el punto de
ebullición.
Tiene
un buen revolcón,
mucha
conversación (cliché atribuido a muchos, en especial, porteños).
Yo solo
escucho con atención
lo que
charla la flaca de la argentina,
no sé
cómo explicarlo:
que
trabaja tres hora y más de ocho tarda en contarlo.”
Hay
unos versos que remiten a la cultura machista y taurina:
“A la
gachí complaciente, yo la dejé sin rencores,
porque
por poco acabo toreao con picadores.”
Aunque
de la lectura atenta de todo el reportorio, bien parece que este Homo Erectus
nunca hace doblete, y si está con una mujer no está con otra hasta no haber
roto con la anterior. De esa actitud moral se deduce que la queja de los
cuernos que le ponía la muchacha complaciente podría ser justa, por no serlo
recíproca.
Es
curioso, aunque hablo solo de memoria, que tengo la impresión que las
relaciones que presenta esta Shirigota son siempre únicas y nunca solapadas.
Sería muy interesante hacer sobre esto una pequeña investigación. Aunque al
llegar a La Caleta hubiera “dos pibas en tosles”, no se puede deducir de este deseo o realidad otra cosa que una relación consentida, pero no una relación
paralela. Insisto en este asunto porque en el repertorio de este año de 2017 observo
una crítica al sistema económico, donde se incluye el malestar hacia la “monogamia
eternizada”, sobre todo por el aburrimiento que significa, incardinada en un sistema que también lo es económico.
Al
mismo tiempo veo que hay una crítica a la actitud de comodidad de la sociedad,
una actitud de consumo sobre las personas también:
“Cuando
tú tiene un chiquillo es un trastorno muy grande,
consecuencia
directa de darle gustito al glande:
cuarenta
y siete pulgadas pa ver al pocoyo,
con lo
a gusto que estaba viendo conciertos de rock&roll.
Hoy,
después de almorzar,
dijo mi
Maripaz:
quiero
tener otro niño y lo quiero ya.
Sin
pensarlo le dije yo a mi parienta:
ya
mismo nos ponemos,
porque
a mí, en verdad, tampoco me gusta el que tenemos.”
No
falta la burla de sí mismos que hacen estos Homo Erectus y de su “hominitud”:
“Como
ya voy pa pureta, me he vuelto muy selectivo:
solo
como marisco si lo veo antes vivo;
yo ya
no piso el piojito, ni tampoco el primar,
y a la
barra del Faro suelo ir a desayunar.
Ahora
por Carnaval, mi palco en la final,
Tomo
Vega Sicilia y Chivas Regal.
Y en
cuestión de mujeres también me he puesto
Un
listón del carajo,
y tan
solo me tiro a lo que pase por debajo.
Parece
claro que esta expresión claramente cosificadora de la mujer forma parte de la
crítica y burla, cristalizada en un modo de hablar que aquí creo que se utiliza
con ironía.
El
popurrí es una reivindicación de la animalidad en contraposición a una
civilidad que permite a las gentes mear en cualquier parte, en mitad de la calle,
por ejemplo.
Una
animalidad enfocada a lo humano, a la emocionalidad sana, respetuosa hacia los
otros. Un popurrí que incluye una monición educativa hacia lo que es el
Carnaval de Cadi:
“Tómate
conmigo una cruzcampo glacial
y date
una vueltecita por las calles pa escuchar a los demás,
que
este es nuestro Carnaval.”
La
Shirigota callejera e ilegal y rockera de Cadi no me decepciona. Son los
representantes de una contra cultura potente, inteligente y gamberra,
irreverente e iconoclasta.
Son el
aire con el que respira el Carnaval en su sentido estricto.
©Pablo
Martínez-Calleja, 2017
De aquí salen los cupleses:
Y de aquí:
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