jueves, 23 de marzo de 2017

Pretty Woman, bodas de plata y casi de parto en el escenario

Por fin un cuarteto bien rimado, y no solo rimado. Esta es la conclusión que saqué verso a verso desde mi butaca del teatro de títeres de la Tía Norica. Se quedó a las puertas del primer premio, y el primer premio a las puertas de lo que son capaces de hacer.

El mestizaje de Cadi debería dar para derivar un buen cuarteto de la Tía Norica al Falla, y que me perdone mi admirado, y amigo, Cossi, por si pudiera parecer que yo quisiera quitarle su premio (cosa que en realidad no hago de ningún modo).

Ahora que muchos coincidimos en lo moribundo de un género, el cuarteto, que lleva mucho tiempo muriendo de impotencia ante sí mismo, con chistes amojamaos, con un retraso de siglos sobre el humor unido a la inteligencia, llega un romancero y se convierte en el ¿verdadero cuarteto de la modernidad gaditana? Se verá.

Susana Ginesta, a la que en lo indisoluble, esta vez al menos, personal-profesional, de un año de creación (AnTOTOlogía, en realidad con textos nuevos también, Pretty Woman y maternidad) le ha cundido y quiero felicitarla.


En Pretty Woman sigue con su particular modo de hacer Carnaval de género, aunque no sea la única que lo hace. Pero es cierto que su impronta da para afirmar un aumento de la diversidad en la tipología del Carnaval gaditano. Y un Carnaval renovador no solo en sus formas y convenciones internas sino un Carnaval renovador de formas y contenidos sociales. Ante mi preocupación por el hecho de que el humor puede llegar a domesticar la realidad chata y hacerla más digerible, en lugar de producir catarsis, el Carnaval de género (y aquí la lista de autoras e intérpretes es considerable: no solo Koki, tomemos a Ana López y su “Perfecta cuñada” o su “Pariento”, a las “Amantis religiosas”, ‘lideradas’ por Irene Vega; sin olvidar a las que quiero denominar “Presas ibéricas”, de próxima aparición en el teatro La lechera, de Cádiz).

Con Pretty Woman nos acercamos cada vez más a ese cabaret que, en realidad, es el Carnaval modernizado. A un cabaret centroeuropeo y gaditano. Gaditano porque aquí los temas son claramente los que su sociedad todavía precisa.


Empieza este cuarteto con la situación personalísima de embarazo real de Susana Ginesta, para inmediatamente satirizar la imposición de nombres que muchos padres hacen a sus hijos recién nacidos:

“Que el nombre es muy bonito
y te vas a acostumbrar.
¿Tú sabes lo bien que suena?
¡Frozen, sube pa merendar!”


Enseguida va a aparecer el primer cruce de florete con el asunto del género, entendido a la manera Cadiwoman:

“¡Cómo ha vendido la tele al Richar!
Galán guapo y con dinero,
pero nadie cae en la cuenta
de que en verdad era un putero.

Si hubiera sido al revés,
una piba pagar por lujuria,
la gente hubiese dicho
qué lagarta es esa Julia.”

Y ya llegan los primeros quiebros a una monarquía con serios problemas, además de los ideológicos y lingüísticos:

“La historia de la plebeya
y del príncipe salvador,
como Leticia y Felipe,
que del cuento viven los 2.

Aquí la trama real
(…).”

Una cuarteta en realidad de cinco versos, contra toda norma, que juega a ser el quinto de la anterior y el primero de la posterior.

La esgrima de cuarteto empieza con los siguientes versos, que abren un diálogo propio de un cuarteto:

“- Con mis canas, interesante,
yo era un hombre por derecho…
- Y no eran canas ni ná,
venía de pintar un techo.”

Van a seguir cuartetas donde la prostituta va a dejar ir cayendo la impronta de su origen cultural, paro también su sagacidad y crítica contra el pretendido galán, mucho más pedestre y subido de humos.


Seguramente el momento más 'vulgar', por inesperado, de esa prostituta devenida mujer fina sin poder serlo:

“- Yo me puse por detrás
pa ponerle mi regalo,
- y me puso este collar
y también me puso un rabo.”

Hay un momento que recuerda al teatro de humor más clásico, aunque en versión golfa; estoy pensando en Mihura, sobre las vidas de matrimonio, en aquella escena en que los dos estaban en el sofá sentados ante el televisor. El desengaño atribuido a la costumbre y la rutina.

“¿Recuerdas la escena del piano?
Los dos locos por tocarnos:
ahora miramos el piano
y pensamos que hay que limpiarlo.”


El cuarteto sigue como canción, la famosa copla de “La bien pagá”, a partir de unos versos que vuelven a ese estilo de Carnaval de género tan definido en la Ginesta:

“¿Bien pagá? ¿Bien pagá?
Tiene guasa la cosa,
Con lo que yo he pasao en la calle
y que el cine y este gachón
me lo pinten de rosa.”


Un trabajo actoral memorable, el de Susana Ginesta y Abraham Andrade, sobre las tablas de la Tía Norica, para esta suerte de locura de géneros y estilos que son el Carnaval de Cadi.


©Pablo Martínez-Calleja, 2017


(Esta es la única versión que he podido encontrar en vídeo, a pesar de que la edición me parece mucho más que inmensamente mejorable.)


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