El tiempo vuela, había mucho que hacer: trabajo, se llama, aunque sea en Carnaval y haya personas que crean que documentar el Carnaval es una juerga. Una juerga que cuando explotó la pandemia y el Bundesrat suizo prohibió el Carnaval no atrajo a NINGÚN periodista ni documentalista extranjero: humildemente fui el único. Se supone que cubrir aquel Fasnacht 2020 hubiera debido ser importante; no lo fue. Lo fue, pero no fue tomado en serio.
Vengo a estos recuerdos porque yendo por las callejuelas de Basel esta mediodía alguien me ha llamado por mi nombre. Nos conocimos aquel 2020 y compartimos con su Clique muchos buenos momentos. Ayer por la noche ocurrió lo mismo en el cruce de caminos de Basel, un remedo del cruce de Los Italianos de Cadi, en la Rümelinsplatz, delante del edificio Schnabel. Era una de las personas con las que pude compartir una Fondue en plena calle, una tradición que ellos siguen desde hace unos años el martes de su Fasnacht.
Escribo desde un sitio nuevo, hoy. Todo está cerrado, la pasada madrugada terminó el Fasnacht a las 4 de la madrugada, y hasta las 5 estuve documentando el deshacerse del Carnaval, el abandono de las figuras abandonas, o devueltas al gabinete ambulante de los objetos absurdos y sin vida. El sitio es una galería de arte, al mismo tiempo que un café, con una tarta de manzana riquísima. Un lugar muy agradable y la mujer que regenta el lugar igualmente agradable, exquisitamente educada.
Estaba, yo, en el proceso de acostumbrarme a la siguiente situación desacostumbrada. Estábamos solo los dos sentados como si yo hubiera irrumpido en el salón de su casa: dos extraños compartiendo el mismo círculo de butacas, uno frente al otro. Entonces ha llegado un artista hablando en italiano que venía a discutir con ella la organización de su próxima exposición. Justo en el momento en que yo empezaba a usar las teclas de mi ordenador. En esto estamos. Estábamos. Acaba de salir el artista y nos hemos vuelto a quedar solos. Hemos cambiado dos miradas y yo he vuelto a hundir mis ojos en mi teclado, al tiempo que ella iba a la barra a hacer alguna cosa. Me estoy desviando de mi crónica a favor de un guión teatral, y no es el momento.
Además, yo tenía que contar que la gritona del tranvía, hoy, era una alemana y no algún español o italiano. Y sé que era alemana por su alto alemán y su acento. Me he venido enterando de su abono para la ópera, de que va sola a todas partes porque su marido tiene bastante con sus amigotes de los viernes, y más no sale. En fin.
(Ahora hemos cambiado un hilo de conversación, se ha puesto su abrigo y ha salido fuera: yo me he quedado solo aquí dentro.)
Fasnacht. El martes de su Carnaval salí a eso de las 10 y las calles estaban floridas de papelillos, de gente alegre, de muchas charangas familiares o de vecindarios, de niños disfrutando. Algunos se atrevían, un poco a escondidas, a acercarse a mí y lanzarme una puñado de papelillos: es el lenguaje de la alegría. Siempre mediaba un cambio de miradas alegres y cómplices con sus madres. Muy divertido.
Me encontré con mi buen conocido, artista de esta ciudad, con quien mantengo contacto regular desde 2020, desde que nos conociéramos en las calles prohibidas, luego que él tuviera dos intervenciones, la más importante fue ponerle una capa, como un sayo, a Helvetia, y un ramo de mimosas en el brazo. Fueron días de infortunio en Basel; de resistencia, también. Cené con él y sus amigos, charlamos. Yo me esforzaba por comprender su dialecto, que me encanta, la verdad, y ellos se esforzaban por incluirme en alto alemán, de vez en cuando. Una noche memorable y luego llegaron los romanceros, sobre lo que habrá pieza aparte.
El miércoles, ayer, fue un día raruno; todo el Carnaval lo ha sido, en Cadi y en Basel. Hasta bien pasadas las once y media no hubo calles ruidosas y alegres, aunque tuvieran sol intenso. Se animó, entonces, extremadamente hasta la madrugada.
Lo mismo el martes que el miércoles disfruté de parodias y pantomimas de mucho interés, divertidísimas, además, y de una novedad, resignificación, respecto al elemento de Carnaval que tiene que ver con la queja del malestar en la vida sexual. También pieza aparte sobre esto.
Finalmente llegarón las 4. Se apagaron los forillos, entregándole la luz al alumbrado público de la ciudad. Algunos fasnächtler se largaron inmediatamente (mentalidad orientada al objetivo) otros remoloneaban intentando no reconocer el regreso de la vida normativa, alargando esa cola, más bien coda, final que todavía dejaba su Carnaval como una estela que, en realidad, se irá difuminando, aunque alargándose, hasta dentro de un año.
©PabloMtnezCalleja, 2022