Empezó
la noche en la tarde, entre un rumor de coñetas, Hollywood a un costao y El
Olivillo tapao. Éramos un mosaico desparramao de norte a sur, alrededor de un
café, y que se repetirá como el pepino.
Empezó
la noche con una ola que nos estampó en San Antonio con unos que querían
“Burundanga me voy a tomar / pa’ que me puedas tocar”, gente de “… cuanto más
metas, mucho mejor” y un conejito en el pecho de la batamanta.
Ay,
pero llegaron “Los límites del humor”, ¿qué pensaría Paco Alba? ‘Hubo más
tontos que banderas, y había muchas banderas’ y una tristeza congénita a esas
cosas de la risa. Paquito, un chocolatero, mandó levantar un castillo, pero la
cara que tenían era de muy amargaos. Es el Carnavá, que avinagra…
En los
soportales, unos de una ducha en medio' la calle, el día antes, los del cubo de agua y Leonardo el
náufrago, volvieron a salir “a nado”, gracias a que Graciela cayó en un enredo
con Engracia, y los amantes resultaron hermanos, pero su novia d’ él su cuñada.
Vaya, todo un Showmancero.
El
bocata, que había sacao Graciela, terminó por ser de una salchicha, alemana,
grande, larga, gruesa… “Te hablo de las salchichas, porque si se trata de
pichas me vale cualquiera”: una absoluta “bavaridad”.
©Pablo Martínez-Calleja, 2018
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