martes, 4 de abril de 2017

Demos gracias..., a estos dos señores

Frente a la Santa Cueva, donde nadie sabe por qué, nada menos que Goya, liberal y afrancesado (por liberal) y comecuras, tiene colgadas dos pinturas. Por fin, y con regocijo, llegaron estos dos ministros de la palabra, párrocos con parroquia, y mucha parroquia en Cadi.

Vinieron con la palabra, ya hace un tiempo, y a veces parecen descarriados, así como los basilenses. Parecen hasta protestantes, al menos protestones, y no se quitan la sotana. Suenan dudas, pero hablan siempre desde el breviario, saben bendecir, confiesan en privado (en la rebotica o en la trastienda de la parroquia), y lo que es más importante: piden con un cepillo, usado, para vino, de consagrar. Algo de bueno ha de haber en este actuar, digo yo. Y lo hay, en mi opinión.


Ya deben de ser tres años, lo largos que tres días se pueden hacer, desde que estos padres y pastores, se consagraron a la tarea de pastorear la palabra por las calles de la tacita.

Estos predicadores seguro que leyeron aquel códice medieval que aconsejaba, para las prédicas, “mover los corazones, para que no se movieran los culos”:

“(…):
tanta oveja descarriada
y darte un rebaño de masas.”

A la manera de aquellos predicadores, que sin mancha de herejía:

“Traemos una homilía,
que podréis comprar luego,
(…).”
Que está “llena de carne y pecado”, y ya se sabe; y que el gallego lo empana, también.

A la manera antigua, advierten a los castos oídos que no habrá, “sin en cambio, / ni palabrotas ni insultos/ (…).”


Y sin embargo aparecen las primeras sospechas de anatema. El padre Jeta resulta ser ortodoxo, y el padre Morro…:

“La mitad de los preceptos
a mí me importan 3 puñetas,
y él se los pasa por el forro.
Yo soy un cura ortodoxo,
más de Papa, de 'aparato';
padre Morro, sin embargo,
más que de papa es de papo.”

¡Y vamos por la cuarta cuarteta!
No sé si resulta necesario, sobre todo para quien no conozca el habla de Cadi, aconsejar una lectura (que yo me he permitido así escribir) de la ortografía, en primer lugar. En segundo, no perder de vista uno de los tres pilares del Carnaval: la queja y crítica por el malestar sexual, lo que lleva constantemente a tematizar todo lo referido, con burla y sarcasmo, a la vida sexual, sus prácticas y sus atributos. Esto es, el juego de palabras Papa /papa, para que terminen rimando con ‘papo’ (coño, vulva), gracias al 'aparato'. O la referencia al aparato de la iglesia, siendo que ‘aparato’ debe aquí entenderse en una suerte de polisemia que incluye al ‘glande’.

La gestualidad litúrgica, esos movimientos recogidos, cercenados desde su primer impulso, a la manera de un cura, los hace curas a ellos. Su forma enfática e introspectiva de hablar, sus manos extendidas, curvadas hacia sí mismas, el misal en una de ellas. Y la sotana con su alzacuellos. Siendo su tipo menos elaborado que muchos otros es, sin embargo, de una eficiencia más que notable.


Por supuesto que se manejan de tú a tú con el teatro del absurdo:

“Pasa igual entre las monjas,
las hay rectas y devotas,
o de desvestir a un santo
para poder verlo en pelotas.”

Nuevamente, la burla contra la iglesia de Roma, esta vez por sus riquezas, ofrece una muy interesante cuarteta:

“El Papa no, el Papa pasa del oro,
pero no porque sea un rata;
es porque es argentino
y lo que le va es la plata.”
(En referencia clara a la etimología de Argentina: argenta, que significa plata.)


Los juegos de palabras de estos “caracuras” son de verdadera calidad y altura, a la hora de burlarse con sorna incisiva:

“Y eso de que tenemos
muchos inmuebles los curas…
Pero, vamo a vé: la Iglesia,
¿no se basa en las escrituras?


La crítica contra la actualidad, también rabiosa, de varios obispos españoles dedicados a hacer declaraciones escandalosas contra l@s homosexual@s, y dedicándoles bastinazos. Son estos curas los que les dedican una buena triada:

“Es sensible a algunos temas,
pero en otros no se enrolla:
el tema gay, por ejemplo,
sigue levantando ampollas.”
(En clara referencia, de juego con el público, en complicidad, de que lo que se hace es una referencia a la masturbación.)

“Porque hay quien entiende y quien no,
a ver si la iglesia madura,
que como en el kamasutra,
aquí caben muchas posturas.

Que eso es como yo digo:
dejarse de prohibir tanto
y un poco más de vaselina,
que eso es ano de santo.”

(Entender significa entenderse entre homosexuales. La expresión estándar sería “eso es mano de santo”, y el juego de palabras, coherente con el texto, el que aparece en el verso.)


Estos caracuras, versados no solo en doctrina sino en retórica, se manejan, desde siempre, en las técnicas del teatro de calle y en una capacidad dialoguista entre ellos y con el público realmente importante: A esta cuarteta:

“Tenemos que unirnos todos
hasta cambiar la doctrina,
que ¡la Unión hace la fuerza!,
y el Festival de las Minas.”

(Min 3:30. Al terminar el último verso el público no ha comprendido todavía la ironía de la cuarteta. El público duda, se pone en marcha en busca de su risa, y en ese proceso el padre Jeta ayuda: “Murcia”, capital de la provincia del mismo nombre donde se celebra el Festival y agobiada por varios caso de corrupción, de los que se acusa al presidente de la Comunidad Autónoma.)

Como en el caso del Romancero “Lobez o no lobez”, a diferencia que el público aquí se rio claramente.:

“Es verdad, lo del PP
es que es algo alucinante.
Yo es que ya empiezo a creer
en los pardillos votantes.
(…)”


El dominio de la lengua, de estos caracuras, es enorme y muy potente como artefacto de la risa. Un humor inteligente y exigente, que me recuerda al humor de Tip y Coll:

“(…)
Mienten más que prometen,
pero la prensa lo mismo.
Por ejemplo, un terremoto
que ha sido de cuatro y poco,
te dicen que ha sido un seísmo.”


Sus burlas sobre el pecado original. Citaría cuarteta tras cuarteta, de una eficacia humorística completa y que de modo continuo hacer reír o sonreír al público congregado. Puro placer de humor y complicidad secreta escondida en la lengua.

“Se jugaban la expulsión
y el edén era mucho chulo,
miraron los pros y los contras…
- Mira, el edén por culo.”
(Y el padre Jeta se persigna al momento de decir el último verso.)

Unos caracuras sin complejos de ningún tipo, que llaman a todas las cosas por su nombre:

“Y a ver si Cádi se entera,
y deja de ronear
de ser la cuna del arte,
y sus 3000 años de antigüedad.
Que Eva fue la primera
que dijo: aquí hay que mamar.”

(Ronear significa presumir. Hay una frase tópica: “Esto es Cadi y aquí hay que mamar”.)


La vieja polémica de si dios es hombre o mujer:

“Ahí se ve que dios es hombre,
en que no se organizaba bien.
El Mundo sería otra cosa
si dios fuera hecho mujer.”

(Este último verso arcaizante es exigido por la métrica del verso.)


Su genialidad no da tregua ni descanso. Es una cuarteta tras otra de risa y sonrisa, de inteligencia humorística, de gozo yo diría que intelectual.


Una crítica a dios, por haber sido incapaz e injusto en su creación del Mundo:

“Pero vamos, que eso es
de primero de primero de creación.
Y todavía choca más
¡con lo que ese hombre estudió!
(Remedan una famosa canción)
Arquitecto, ingeniero,
artesano, carpintero,
albañil y armador…
Después que si no hay trabajo…:
¡si se lo levó él tó!


En una magistral cabriola intelectual, de inteligentísimo humor, al hilo de una discusión sobre la fe:

“Yo todavía voy más lejos,
parecerá una blasfemia,
pero la falta de Fe
solo produce anemia.”

A su vez una crítica contra la fe, contra una fe ajena a la Ciencia y contraria a la Ciencia, que es el tenor, también, de todo este Romancero.
Y a esta disputa traen estos caracuras nada menos que a Pascal:

“Es que eso de la abstención
la gente no lo comprende,
y el PSOE tiene razones
que la razón no entiende.”


A la política local le llega su momento con otra cuarteta memorable:

“Pero Cadi ha cambiado mucho,
eso no hay quien lo discuta:
compara el tono del Kichi
con aquella… otra alcaldesa.”


La genialidad en el doble sentido, tan gaditano, tan extrañado por tantos, es la marca de esta parroquia:

“A esto sale ahora, en el fondo,
porque el Kichi, el muy granuja,
va a por Teo y por la Colombo;
o sea, una caza de brujas.”


No falta una crítica hacia el Carnaval, desde el Carnaval, por su incívicos comportamientos:

“Es que entre el Kichi y la Teo
hay pocas similitudes,
excepto en el Carnaval,
que sigue transcurriendo igual:
en hedor de multitudes.”

Incardina perfectamente con está polémica, fe y ciencia (o verdad) una crítica contra las costumbres:

“(…)
como el que come jamón
y dice que es vegetariano.”

No puede haber mejor final a un Romancero genial, que reúne todas las calidades, todos los elementos y toda la tradición, que:

“Ya se podéis irse en paz
que la misa ha concluido.
Por nuestra parte ya está
todo el pe[s]cado vendido.”


©Pablo Martínez-Calleja, 2017



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