"Una ligera mirada al panorama de museos sobre Carnaval en Europa nos ofrece la idea de la gran oportunidad que tiene Cádiz con su museo todavía no construido y en fase de anteproyecto. Cádiz, los gaditanos, deberían abrazar el proyecto de este museo como una oportunidad múltiple y de gran prestigio para la ciudad. En primer lugar la materialización de un antiguo deseo de ver su Carnaval en un templo museístico y que empoderaría a la ciudad y a todos sus vecin@s."
Continúa aquí.
©Pablo Martínez-Calleja, 2018
jueves, 22 de marzo de 2018
sábado, 17 de febrero de 2018
Crónica clandestina del madrugón: “ninguna gracia”
Empezó
la noche en la tarde, entre un rumor de coñetas, Hollywood a un costao y El
Olivillo tapao. Éramos un mosaico desparramao de norte a sur, alrededor de un
café, y que se repetirá como el pepino.
Empezó
la noche con una ola que nos estampó en San Antonio con unos que querían
“Burundanga me voy a tomar / pa’ que me puedas tocar”, gente de “… cuanto más
metas, mucho mejor” y un conejito en el pecho de la batamanta.
Ay,
pero llegaron “Los límites del humor”, ¿qué pensaría Paco Alba? ‘Hubo más
tontos que banderas, y había muchas banderas’ y una tristeza congénita a esas
cosas de la risa. Paquito, un chocolatero, mandó levantar un castillo, pero la
cara que tenían era de muy amargaos. Es el Carnavá, que avinagra…
En los
soportales, unos de una ducha en medio' la calle, el día antes, los del cubo de agua y Leonardo el
náufrago, volvieron a salir “a nado”, gracias a que Graciela cayó en un enredo
con Engracia, y los amantes resultaron hermanos, pero su novia d’ él su cuñada.
Vaya, todo un Showmancero.
El
bocata, que había sacao Graciela, terminó por ser de una salchicha, alemana,
grande, larga, gruesa… “Te hablo de las salchichas, porque si se trata de
pichas me vale cualquiera”: una absoluta “bavaridad”.
©Pablo Martínez-Calleja, 2018
Crónica clandestina y adeudada. El cornudo que trasiega bajo las entretelas de Cadi
Precisamente
junto a la Plaza de la Cruz de la Verdad, esa que llamamos del Mentidero, ¿será
que habría un lavaero? ¿Y que el hablar de las mujeres era un mentar? No lo sé.
Hay una
calle, estrecha; a un lado volcaba el Titanic y enfrente apeaba el cornudo,
subídose a un pescante, de abundante cornamenta, venido de las sombras de un
Carnaval antiguo que Cadi pescó del mar. Kate coqueteaba bajo su sombrilla,
luego partía, que los naufragios no son pa’ la elegancia, y al final fue la que
se llevó a Leonardo a una puerta de caoba… Se entregaron, pero no a Eutimio, aunque
pa’ diablo suene mejor que Fausto.
El
remolino del barco, que liaso con el hielón, nos entregó a los guardias, que el
año pasado mariscaban en gallego y este año eran agentes señeros, con su porra
y su identificación ("¡caaaaaaabrón!"). Dos guardias muy atentos que supieron
seguir la pista del reguerillo que, de la bolsa de basura, fue cayendo al portal
de La Factoría, que la gente vive en unos sitios… Había reunión de vecinos “por
[un] predictor cogío / con pinzas en el tendedero”, y su señora sospechó. Después
de la reunión se pusieron a cantar, “… una grande y libre…” a la puerta de la
Santa Cueva, unas Roja[s].
Salimos
de viaje hasta Capuchinos, y los que allí cantaban esta mañana le han llevado
flores a una señora. No eran tuna…
Mas me
quedé sin mis canallas, los del asko de Carnavá, que la gente andaba agitada: sería
por el barco hundido, sería por la bandera alzada.
©Pablo
Martínez-Calleja, 2018
jueves, 15 de febrero de 2018
Madroños de piconera para Gades. La artesanía de Cádiz (y 2)
Premisa necesaria. Alexa Meade ha introducido
algo en el arte que plantea una diferente perspectiva para las artes plásticas: “Tu cuerpo es mi lienzo”. Su “Living Colors” estuvo presente en la
Documenta de Kassel (Alemania) y muy solicitado en la galerías de arte de mayor
reputación mundial.
Jesús
Ramos, un joven bachiller extremeño, ganó su mejor nota siguiendo,
para su examen del IES Al-Qázeres, a Alexa Meade, y con una mención especial y el asombro de toda
Extremadura y la mitad de España.
Eva Zamorano (Cádiz, 1968), diseñadora de moda, formada
en la agencia de Raquel Revuelta, de Sevilla, fue elegida diseñadora novel 2009
en la plataforma SIMOF. En 2015 había hecho ya los diseños para la
pregonera del Carnaval de Cádiz Merche Trujillo Callealta. También hizo diseños
para más de una Ninfa del Carnaval de Cádiz.
De 2009
son los magníficos diseños de moda taurina, colección dedicada a su marido:
Eva Zamorano
experimentó Body Painting en una pasarela de moda flamenca, “Aires
de libertad”. Y conviene insistir en la enorme diferencia entre Body
Painting, que es pintar sobre la piel, y el Living Statue de Eva Zamorano, que no es pintar sobre la piel sino sobre
un tejido opaco que cubre completamente la piel.
El
palmarés de diseños y lugares donde los presenta, la pasarela internacional de
moda flamenca de alta costura del Hotel
Hilton, por tomar un ejemplo, no dejan lugar a dudas en cuanto a la calidad
artística de nivel indiscutiblemente internacional de Eva Zamorano.
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©Eva Zamorano |
Estatua viva. En un trabajo de inspiración paralela a la
de Alexa Meade, Eva Zamorano logra lo que podríamos calificar como Living
Statue, aunque diferenciando con claridad las estatuas vivientes, que se pueden
ver por las calles, de las Estatuas vivas de Eva Zamorano. Todos sus diseños,
sean de alta costura o para el Carnaval, tienen su primer origen en el propio
cuerpo de la mujer que ha decidido ser vestida por la diseñadora gaditana.
Así,
cuando recibió el encargo de María Romay, su memoria se devolvió a los paseos
de cuando novios a los pies de la conocida Gades con su hoy marido. Y
realizó un primer diseño, que convenció a la Sra. Romay.
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©Eva Zamorano |
Su
inspiración para el boceto partió del viento y de la mar, de la bravura que la
estatua presente en la punta de San Felipe representa, de su empatía con la
mujer gaditana real, la que trabaja y carga sobre sus espaldas con ese trabajo
y el esfuerzo diario de la vida cotidiana. Así, las hombreras cargan con los
madroños típicos del traje de piconera, y en el tipo diseñado para María Romay,
representan el peso que carga con entereza y esfuerzo, pero con orgullo, la
mujer gaditana real.
En
primer lugar se realizó una malla, que fue comprada ya confeccionada, para
cubrir todo el cuerpo, sobre la que poder pintar después. Este primer intento
resultó fallido: el tejido de algodón no resistía el tratamiento de pintura,
realizada por Queco de diseño Quatro. Se cambió entonces a una malla de lycra,
confeccionada por la conocida costurera gaditana del Carnaval, Aurora Marchante
Macías, que abrigaría mejor a María y soportaría el tratamiento de color. Por
cierto, una malla lisa, sin ningún tipo
de relieve en ninguna parte, aunque un programa de tratamiento de
fotos haya añadido lo que en la malla original, ni en la pintada, nunca existió.
A la
malla de lycra se le añadieron unas hombreras de las que cuelgan las bolas tan
típicas de los trajes de piconeras, y que remedan “las bombas que tiran los
fanfarrones”, y con las que la mujer gaditana se hacía, con ellas, tirabuzones.
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©Eva Zamorano |
Se
añadió un manto que debía presentar la luz atrapada del atardecer de Cádiz, un
trabajo de confección de Jorge Duende, cuya pintura realizó Mercedes Vilches
(que también pintó los zapatos).
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©Eva Zamorano |
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©Eva Zamorano |
Finalmente
se armó el pelo de María Romay con unos alambres que hicieran posible
representar la levantera de Cádiz sobre los cabellos de La estatua Gades. El armazón de
alambres fue un trabajo de Manuel Jesús Sánchez Parra, de Artifex, y la
peluquería corrió a cargo peluquería de Jéssica Alcalá. El trabajo de maquillaje fue realizado por Pilar Make-up.
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©Eva Zamorano |
Resumen final. La artesanía de Cádiz, y la de su Carnaval,
ha alcanzado una enorme calidad y especialización, en un desarrollo paralelo al de las artes plásticas de mayor nivel internacional. Una vez más, Cádiz se
esfuerza y trabaja para estar en los primeros puestos, en los puestos de verdadera altura,
y para competir en todos los ámbitos.
©Pablo
Martínez-Calleja, 2018
Crónicas clandestinas. Das Wilde Heer (Los Hombres salvajes)
Llegué
ayer a Cadi y se abría un paréntesis que se ha cerrado en la casapuerta de La
Clandestina hace un momento. Un remolino. Estas calles de Cadi Cadi son un
remolino que te traga y hace de ti lo que ellas quieran, te llevan, te traen y
te trajinan, sin ninguna mardá ni miramiento, y cuando quieres darte cuenta
están rompiendo las primeras luces del alba entre coplas y copas.
Después
de cenar un buen lomo de bacalao de alguna bahía, bueno y fresco, encontré la
silla prometida en el Café de Levante. Apareció una chirigota gamberra,
divertida, de esas que todavía conocen el arte de la risa, de la muy poquísima
vergüenza y de un verbo que es carne, de carne, una carne Tótem-gordo-Carne-val.
Unas guerreras “Hombres salvajes”, o del bosque, para que la ironía de la
lengua les dé más ocasiones.
La
fuerza centrípeta me arrastró hacia el Pópulo y al delirio de la que fueron Las
Presas Ibéricas, acodadas a la barra de un bar, que nos devolvió a lo oscuro,
lo canalla y la desvergüenza desatada con mucho arte. La fuerza centrífuga me
elevó al pretil del Puente Carranza, con un punto de humor negro que encontré
absolutamente genial. Me caí del murete y la corriente me llevó por entre
sargazos irrelevantes hasta que me vi hasta dos Jueces Lores, cuando de pie ya solo
me sostenía el pellizco de humor de la Penúltima Instancia.
©Pablo Martínez-Calleja, 2018
©Pablo Martínez-Calleja, 2018
martes, 13 de febrero de 2018
Gades, libre y brava. La concejala (I/2)
Nota previa. Gades no es una mujer, Gades es Cádiz, que
como tantas ciudades es de género gramatical femenino. Cádiz (en adelante
Cadi), es considerada por no pocos una mujer, pero una mujer-concepto y no una
mujer real. Como tal mujer-concepto se vuelve un concepto político, que en la
tradición española, claramente contrarreformista católica (no se pierda de
vista que el Dogma de la Inmaculada Concepción fue y es español, y muy
andaluz), obliga a las mujeres a navegar por los vientos de una sociedad
machista y patriarcal. Todo lo humano es político y está politizado.
Gades
se vuelve estatua presente en 1987, año en que queda instalada en
Cadi. Una estatua que es una mujer que mira al horizonte, una mujer desnuda,
con apenas un manto arrebolado entretenido por el viento. Una mujer mito. Y una
estatua que hasta hoy parece del gusto de tod@s, o nadie parece haber
protestado nunca demasiado. ¿Por qué?
Porque
lo molesto es ver de cerca lo que mejor se tiene lejos si no se comprende del
todo bien, o porque no se acepta. Porque a las estatuas cada quien les otorga
su catecismo particular y ya el Mundo sigue en orden porque están lejos, como
ajenas y fuera de una realidad demasiado próxima y quizá hiriente. Si la
estatua se vuelve viva, de pronto, el marco de significado se altera, resulta
real, tangible, y peligroso quizá.
Prólogo. Hablar de cualquier Carnaval de Europa
resulta complejo por su amplia diversidad intrínseca. Todo Carnaval es
polifacético y todo Carnaval es político. Todo Carnaval es único. Todo
Carnaval, por ello un nombre común para todos, tiene unos elementos comunes.
Hay tres elementos a los que debemos, en mi opinión, atender con cuidado: 1)
Crítica y queja por el malestar en la vida sexual; 2) Crítica y queja contra el
Poder por su uso abusivo o ridículo; 3) La posibilidad de “ser alguien otro”
durante unos días.
Cuando
hablamos del Carnaval de Cadi deberemos mencionar el disfraz
y el tipo. Yo deseo aventurar algo que quizá haya sido menos tratado de lo
necesario, excepto en el magnífico trabajo de la Dra. Ana Barceló (2015; 26):
“[El tipo] Es algo más que el conjunto de prendas que permiten a una persona
pasar inadvertida”.
El
disfraz podría servir al deseo descriptor de nuestro José Ortega y Gasset (1964; 195) de lo
que para él sería el Carnaval: “(…) fiesta en que nos ponemos máscaras para que
nuestra persona, nuestro yo, desaparezca. De aquí que la mascarita hable con
voz fingida a fin de que también su yo
resulte otro y sea irreconocible (…)”. En este sentido existe el disfraz, como
un escondite, como un refugio. El tipo es una muy otra cosa.
El
tipo, y no solo en Cadi, aunque mucho más en Cadi, es el ser que da cuerpo,
forma y voz, a una historia que llevamos dentro y queremos contar. Bueno, más
bien gritar con desgañite tranquilo. Sea esa historia la que sea. Es el rasgo
número 3: la posibilidad de ser alguien otro durante unos días. Pero, ¿para qué?
¿Para
qué queremos ser un alguien otro? Para divertirnos escondidos o para divertirnos
denunciando, con sonrisa o risa, con Sátira, e incluso de modo grotesco,
nuestros malestares en nuestra Cultura: la crítica, en la que Cadi puede ser
muy hábil. Para divertirnos denunciando a cara descubierta, pero con la
convención teatral de la desrealización: los dos coloretes, uno en cada
mejilla.
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©Eva Zamorano |
Los aparentes hechos. Una cierta boulevard-presse, rijosa
y verderona, se ha fijado en la estatua viviente, después de tener delante de
sus narices a la estatua original durante años. Lo que ofrece a su público
parte de la premisa de que estuviéramos viendo a la concejala desnuda y se echa
las manos a la cara con los dedos muy bien separados, en lugar de realizar una
mínima reflexión de observador que si conocieran a John Berger hubieran
acometido: profundizar en lo que se ve, en lo que experimentamos como emoción
de lo que vemos o creemos que vemos, y en lo que significa para nosotros. Se
han quedado con la emoción deseada de ver a una mujer desnuda que no lo estaba,
sino que lo parecía. Y que, además, era una mujer desrealizada en estatua viviente. La concejala no era ya la concejala sino La estatua Gades, pero en
una suerte de juego de existencias múltiples, aunque jerarquizadas y simbólicas.
Algo parecido a lo que la mano mágica de El Selu hizo cuando dejó desaparecer a
la antigua alcaldesa para sacar de su sombrero del Humor “la rajita de su
urna”.
Han visto desnuda a la concejala para componer el estúpido ripio de chichi y
Kichi, y tratar así de destruir al gobierno municipal de Cadi.
Y sí,
“La estatua Gades” sí va enseñando el chichi, todo su coño, y sus espléndidos
pechos, todo su cuerpo; su tripa también. pero no la concejala, ni María Romay.
La estatua. ¿Por qué no?
La
fantasía es el placer del impedid@ para materializar su placer. Lo que no está
nada mal, pero sería bueno distinguirlo para no sufrir neurosis. ¿Alguien ha
visto los pechos de la concejala de Fiestas y Transparencia? Yo no, y he
mirado con lupa. Y no solo. Me he permitido preguntar, averiguar. Porque desde
el comienzo vi el principio gaditano del Carnaval: el trampantojo, el doble
sentido. Pero esto lo vamos a dejar para una segunda parte: el cómo se hizo.
A mi
modo de ver María Romay, a la sazón concejala de Transparencia y Fiestas, que
no de transparencias porque no hay tales, decidió bajar a la mujer-concepto de
un pedestal que le es una silla de clavos afilados. Ponerle a ese símbolo una
lapa más, la de la realidad, la lapa de la mujer empoderada, la de la amazona.
Dar un escándalo, pero un escándalo con inteligencia, además gaditana: el doble
sentido, el trampantojo arrebujado entre los pliegues del manto arrebolado y
estorbado por el levante. Un levante bravo, sí, y una estatua de bronce. Y muy
“poca vergüenza gaditana”.
©Pablo
Martínez-Calleja, 2018
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