Las
Jackies o „ni una cuarteta ‘pa’tirar’, y el que la encuentre que me avise que
la voy a buscar“, era una de mis frases en esa jungla del feisbú.
“El
presidente no ha podido venir porque está malito; le duele la cabeza”,
era el comienzo. Guitarra, caja y bombo de la mejor factura musical callejera de Cádiz. Coros
con crescendi y decrescendi absolutamente medidos y magníficos: “bom, gambón,
gambas y jamón, choped no…”
“Yo soy
la que lleva el peso de los cuernos, y sonrío…” Con un trabajo actoral
impecable, a la manera de los musicales 'final de los cincuenta americanos’.
Mujer florero bien representada a la que ‘...le dan tres patadas’ y con la
‘cantidad de flores que le dan… qué de nichos voy a adornar’.
Su
cultura de cabaret, ya mostrada en anteriores ediciones (Las malas de V, de
imborrable recuerdo, o Las niñas de la curva, por ejemplo), se une a la
tradición del carnaval arrabalero y canalla con: “me toca el coño la gente
ordinaria”.
Su
marido triunfará y ella siempre, pero siempre y siempre, y más siempre, estará detrás: ‘detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer’. Letras
comprometidas (no me gusta la insistencia de algunos en hablar de chirigotas de
género o parecidos) con una situación social evidente, en este caso la
tradicional sombra que a las mujeres ha dejado ‘el patriarcado’.
La
chirigota evoluciona de modo imparable a lo largo de cada pase, sea en un café
o en la calle. Singularmente en la calle, con unas ¿improvisaciones? y
asistencias que hacen de cada representación una ocasión imborrable. Las
continuas referencias al teatro del absurdo (‘La casa blanca tiene alquiler de
renta antigua’, ‘En la casa blanca vive Obama, que es negro’) muestran que la
inspiración llega desde la calle y desde el más culto de los viveros del humor. 'Llegan bolsas con el símbolo del dólar, será porque echa muchas horas’ o ‘Con
tanto dinero montaré algo benéfico y si sobra dejaré algo pa’los pobres’.
Absurdo como la vida misma.
‘Yes we
can, ¡de qué!’. Presencia escénica
extraordinaria, descaro, sorna y muy ‘poca vergüenza’. Manejan todas las artes
que sobre un escenario son el sueño de cualquier agrupación.
En los
cuplés la sinceridad es un trueno de sonrisa o de risa: “La de tonterías que
hay que leer para echar un polvo sin compromiso.” Y un estribillo de un humor
negro exquisito: “A mí no me preocupa mi destino, yo sé por dónde van los
tiros.” Ya dirán luego más tarde que ‘Tengo un marido de mente muy abierta.’
Su tipo
pasará a la historia del carnaval callejero, igualmente: falda, chaqueta y
botones de comer…
Su
crítica a tantos clichés establecidos sobre lo femenino y contra lo femenino es
una cascada de risas y asentimientos. ‘Pa’presumir se sufre mucho, la moda está
hecha pa’joder’, parafreseando el refrán: ‘Para lucir hay que sufrir’. Que les
tapen los michelines los piercing es, igualmente, un canto a la naturalidad y a
esa moda que constriñe a las mujeres. Y a los hombres, por cierto; ya ellas
mismas, en un cuplé anterior hacían burla de los hipsters. Genial es que se
coman las uñas y que al ponérselas de porcelana terminarán cagando un lavabo.
El cuplé sobre la casta, que termina con un inesperado ‘yo
también me voy a cagar en tos’sus muertos’, es un trabalenguas imposible tan propio del carnaval de Cádiz, magistralmente recitado.
El
anuncio del puente es uno de los éxtasis de esta gente divertida, divertidísima, que
se divierte con la gente que les escucha: ’15 años de obra pa’quince minutos
menos en coche’. ‘Un puente que unirá dos mundos sin explorar: el río San Pedro
y la barriada de La Paz’. ‘Allá va Teo, montada en su gaviota de fuego’ (en una sonora referencia mitológica -Eos ó Aurora-, cultismos que hasta ahora solo había observado en Los del Perchero).
El
cuplé dedicado a la fiebre es otro monumento a la genialidad, al descaro
gracioso e inteligente, y a la naturalidad tan a menudo negada a la posible expresión de una mujer correcta. Seguido del ‘Yo me escardo’. Vendrá luego el pasodoble
a Los pobres, y sus voces volverán a brillar con musicalidad, con sensibilidad
y con una letra extraordinaria.
„Ni una
cuarteta ‘pa’tirar’, y el que la encuentre que me avise que la voy a buscar“, sigo diciendo. Ha sido
un honor escucharlas muchas veces, compartir con ellas risas, sonrisas y más de
un vaso.
Termino
esta crónica cuando se sabe que están nominadas al premio de la crítica. Espero
que se lo den, pero no porque son chicas. Me repugnaría que no se lo dieran
porque lo son.
PD:
Algo que me llama la atención, poderosamente, es lo difícil que es encontrar vídeos
de buena calidad sobre la excelente calidad de Las Jackies.
©Pablo
Martínez-Calleja, 2015
Las Jackies
Las malas de V
Las niñas de la curva