Fue la
primera vez, durante esas semanas que viví en Cádiz, que vi a la presidenta de
la alcaldía por las calles, cercana, dicharachera, exigente y un poco arrogante
ante las dudas de algunos… habitantes sobre todas sus habilidades y desvelos
por la “Ciudad que funciona”: (en modo mimo) “Y pa que me comáis el coño”.
“¡Porque
lo ha hecho yo sola!
¿Qué no
os lo creéis, canallas?
¿Po no
os creéis las noticias
que
publico en las pantallas?
Salió a
la puerta de la sede municipal a departir con el público que, a diferencia de ‘los
carajotes / dando por culo en el pleno’, está dispuesto a escucharla. Y se viene arriba, esta figura fina, de
mano de hierro y coraza de ostra: “Mmm, ley mordaza / ojú qué patá en la boca.”
Ana
López en estado puro, me permito así percibirlo. Un monólogo pasional, teatrero
y teatral, nacido de las mismas vísceras de Valle Inclán y con apostura anti-carnaval. Impresionante romancero, una maravilla que también fuera de Cádiz se entendería: carnaval
universal en la cultura hispánica.
Sí, hay
un carnaval que se alimenta de sí mismo y en sí mismo agota su función:
el-carnaval-válvula-de-escape. El carnaval que es rito, pero ¿qué rito? Por eso
hablar de anti carnaval cada vez me interesa más. Para chocar con esa idea de
ritual que perpetúe el concepto, todavía vigente para demasiados, de que basta con
explayarse: se gritó, se bebió, nos vamos a la Cuaresma…
Ana
López, como varios otros, como “Espero que te
gurtel”, aspiran a un carnaval cuya sátira, látigo de conciencias, ayude a
construir otra sociedad. Un carnaval que no sirva, solo, para desatar las libertades
bajo el cinturón sino para reactivar las responsabilidades sobre la línea del
cinturón.
Se
preguntaba Kurt Tucholsky qué se le debe permitir a la sátira, y se respondía
que todo. Y Ana López se permite una sátira total, inteligente, carnavalesca, inclusiva
para con el público, pero sin soltar la fusta, sostenida firmemente, en una
escena absolutamente embriagadora, teatralmente hablando: “Y pa que me comáis
el coño”, dicho sin pronunciar ni una sola palabra.
Un
texto rico en léxico, en humor, en teatralidad, en imaginación; sus palabras
permiten estar en el puente subidos a las dovelas; con sus palabras se siente
cómo arden de las quemaduras por haber lanzado los fuegos artificiales con sus
propias manos; bajamos por las columnas como si fuéramos los bomberos en una
salida de emergencia con ella.
La
alcaldesa es la ubicuidad misma y, como ya en el también impecable texto de
“Las Jackies”, aparece como la figura mitológica de Eos ó Aurora, bien ‘tirando
los fuegos artificiales’, bien ‘encendiendo los plomillos en eléctrica
gaditana”. También El Selu lo refería, de otro modo más pedestre, en aquel cuplé.
Es muy notable cómo Ana López presenta el carácter manipulador de la alcaldesa y su
habilidad extrema para que hasta lo peor, no ya lo malo, sea presentado como un
gran acto de su política:
“El
puente nos traerá
el
progreso a la Bahía
es
bueno para el turismo
bueno
para la economía.
Será
más fluido el tráfico
pa
ponérselo más fácil
a toda
la juventud
que se
está yendo de Cádiz.”
Es un
tema recurrente en Ana López su tristeza y su denuncia ante lo que nuestra
juventud tiene que vivir, y se siente el dolor que quiere expresar, por ejemplo
cuando ironiza contra la primera concejala:
“Si es
sábado, voy un rato
y hago
bulto en el Nahú
pa que
no diga la gente
que en
Cádiz no hay juventud”
Yo me
la encontré delante de un garaje, en La Viña, para que digan luego que la
presidenta de la alcaldía no está en todas partes ni a todas horas del día.
©Pablo
Martínez-Calleja
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