viernes, 24 de marzo de 2017

Las Presas Ibéricas se hacen reinas...

Me encanta ir al teatro acompañado o solo, pero no renunciaría nunca a la posibilidad de ir solo y disfrutar de lo que, para mí, es ir al teatro. Y esto vale para ir por las calles de Cádiz cuando es Carnaval.

Era sábado, mi día preferido es el viernes, pero era sábado. Hubo problemas de información sobre dónde recoger la entrada, pero en seguida quedó resuelto. Me senté en el patio de la Tía Norica, junto al pasillo y una pareja. Hubo conversación y fue fascinante. Verdaderos aficionados y conocedores. Le dimos todo lo que pudimos a la hebra.

Mi Carnaval de Cadi tiene ya varios rituales: ensayo general con la Chirigota del Cossi, sábado del Tascón con el Ukelele, David y Andrés, y Silvia. Final de romanceros en la Tía Norica. Pensar que debo comprarme unas botas de pescar en río.

Ir al teatro está lleno de contexto significativo y puede ser que algo que ocurra sobre las tablas del escenario cierre un círculo maravilloso de comprensión de la noche y de las Cosas del Mundo. Así fue, también, esa noche de la Tía Norica, y sobre todo con “Las reinas de las fiestas”, romancero sin igual.

Al salir del teatro, las calles me devolvieron a una Edad Media no superada; a los sones del octosílabo era más fácil pensar en la hierbabuena que tan bien me hubiera ido mientras caminaba por sobre los ríos de orina. Unos ríos amarillos, rotundamente olorosos y que bañan las riberas de las calzadas de Cadi, no desde el nuevo alcalde ni desde el antiguo, sino desde la alcaldesa y esa su gente que tanto penan por la perdida tradición de unas bellas floreras para una fiesta que lo que necesita, varios de sus días, son botas trucheras y hierbabuena en la nariz, como si estuviéramos en el barrio de los curtidores de Fez pero sin ninguna fascinante fantasía.


A “Las ibéricas” las vi el año pasado en la calle, ante una casa puerta entre látigo y fusta y me sorprendieron nuevamente. Verlas en un escenario no significó diferencia. Estas dos mujeres hacen lo suyo bien donde les toque hacerlo. A mí me encantaron, después de que ya me hubiesen gustado mucho varias otras cosas aquella noche. Son un romancero en todo su sentido, en mi opinión, aunque pudiera equivocar el que ellas incorporen movimiento y tanta desvergüenza como todas las calles juntas de Cadi. Son, en Romancero, lo que ya pensé una vez de la Chirigota Rockera: la imprescindible poca vergüenza de un Carnaval que para serlo o es golfo, verdaderamente golfo en sus extremos, o se ha domesticado demasiado y dejemos las Fiestas…, esas que ellas venían a contarnos.

Empiezan asociando a un político del PP con el NODO, en una clara asociación, para criticarla, de un sistema de información y política anclados, todavía, en el régimen del caudillo Franco. O si no anclado al menos viciado por aquellos modos. No pasa desapercibida la crítica al patriotismo de determinadas personalidades de la vida española, que se llenan la boca de España y tienen su residencia en Suiza, por ejemplo.

Eso que en Cadi se llama el doble sentido no las abandona como si fuera su ninfa, digo su musa, y del modo más elegante y limpio tematizan sobre uno de los tantos escándalos que descosen la realidad de España:

“Esto es solo el principio,
las falleras van detrás;
menos mal que Barberá
no lo verá, no lo verá.”


La crítica al régimen del general Franco (una de las romanceras se presenta como su nietísima, en clara burla hacia generalísimo):

“Él siempre me lo decía,
que eran unos chalaos,
que no les hiciera caso,
que tienen un tiro dao.”

Un verso, este último, ante el que el público necesita un momento para reaccionar, ante una referencia clara a los asesinatos extrajudiciales que, por docenas de miles, centenares, se produjeron durante la dictadura, y que son de rabiosa actualidad en la opinión pública y publicada actualmente.

Debo añadir que la genial coincidencia de que se eliminaran las ninfas del Carnaval y se celebrara el 80 aniversario de la prohibición de los Carnavales gaditanos ha sido excelentemente aprovechada por estas dos romanceras de verbo suelto y látigo inteligente del humor callejero.

En su espiral de humor y ganas de reírse de todo, recuerdan a la Chirigota de los Sanmolontropos y su tanguillo soriano como los tanguillos por Cuenca y bailados a la manera de una jota. Seguramente es una referencia al vaciamiento de contenido y forma que el franquismo impuso contra el Carnaval, por deseo de la Iglesia de Roma, no solo con su traslado de fecha (a mayo) o con su nueva denominación (Fiestas Típicas Gaditanas). La censura fue contundente.

Estas dos romanceras no dejan pasar ni una sola oportunidad para emplear su látigo, cuando no la fusta, y fustigar le presencia, todavía hoy, de los flecos de una dictadura franquista no superada:

“Ole, ole, mi Cadi,
y lo digo a manos limpias
(la expresión estándar podría ser a manos llenas, y es la que se espera, naturalmente),
y el que no diga ole
que tire la primera piedra.”


Seguramente en estos dos últimos versos se ha querido emular el grito del Falla, archiconocido, de la famosa María la yerbabuena, ya fallecida, conectándolo a esa (cita bíblica) cultureta catolicona, pero insustancial, de aquellas damas ‘tan españolas’, que son a quienes ellas representan con su romancero. Esas damas que, además, gozan celebrándose a sí mismas, convencidas de sus artes y su superioridad.

En la mejor de las ironías dedicadas a la autoridad, y con el doble sentido de una admiración hacia el actual alcalde, José María González, al que también le dicen ‘carahote’, le hacen una poesía ripiosa tan propia del puritanismo que vienen criticando:

“Pichi[1] de mis entretelas,
piconero de la mañana,
¿qué daño te ha hecho a ti
la mujer gaditana?”

En su deseo de reconstruir ‘el verdadero y justo orden social’, se hablan por teléfono para buscar estrategias y:

“Las de ahora son un mojón,
vendrán ninfas de calibre;
podemos llamar a la infanta,
ahora que está más libre.”

Estos dos últimos versos en clara relación con el proceso contra la hermana del rey Felipe VI y su marido, Urdangarín.

“Chiquilla, qué adrenalina,
¿dónde dan aquí
los cursillos de autoestima?


Una vez más aparece la burla contra la cultura de un régimen, el nacional católico, que utilizaba constantemente la metáfora para evitar hablar de sexo, por ejemplo, o nombrar las partes moralmente (para ellos) reprobables, algo que llevaban al delirio en ejemplos como nombrar al culo polisón.


Magnífica factura, la de este romancero, que fue recibido por el público con enorme entusiasmo. Prontuario de costumbres de la España franquista, casi un ensayo en Ciencias de la Cultura, de los que desatan la risa y alimentan la inteligencia.

©Pablo Martínez-Calleja, 2017




[1] Sobre el escenario dicen Pichi, en el texto se lee Chiqui y el apodo del alcalde es Kichi.



jueves, 23 de marzo de 2017

Pretty Woman, bodas de plata y casi de parto en el escenario

Por fin un cuarteto bien rimado, y no solo rimado. Esta es la conclusión que saqué verso a verso desde mi butaca del teatro de títeres de la Tía Norica. Se quedó a las puertas del primer premio, y el primer premio a las puertas de lo que son capaces de hacer.

El mestizaje de Cadi debería dar para derivar un buen cuarteto de la Tía Norica al Falla, y que me perdone mi admirado, y amigo, Cossi, por si pudiera parecer que yo quisiera quitarle su premio (cosa que en realidad no hago de ningún modo).

Ahora que muchos coincidimos en lo moribundo de un género, el cuarteto, que lleva mucho tiempo muriendo de impotencia ante sí mismo, con chistes amojamaos, con un retraso de siglos sobre el humor unido a la inteligencia, llega un romancero y se convierte en el ¿verdadero cuarteto de la modernidad gaditana? Se verá.

Susana Ginesta, a la que en lo indisoluble, esta vez al menos, personal-profesional, de un año de creación (AnTOTOlogía, en realidad con textos nuevos también, Pretty Woman y maternidad) le ha cundido y quiero felicitarla.


En Pretty Woman sigue con su particular modo de hacer Carnaval de género, aunque no sea la única que lo hace. Pero es cierto que su impronta da para afirmar un aumento de la diversidad en la tipología del Carnaval gaditano. Y un Carnaval renovador no solo en sus formas y convenciones internas sino un Carnaval renovador de formas y contenidos sociales. Ante mi preocupación por el hecho de que el humor puede llegar a domesticar la realidad chata y hacerla más digerible, en lugar de producir catarsis, el Carnaval de género (y aquí la lista de autoras e intérpretes es considerable: no solo Koki, tomemos a Ana López y su “Perfecta cuñada” o su “Pariento”, a las “Amantis religiosas”, ‘lideradas’ por Irene Vega; sin olvidar a las que quiero denominar “Presas ibéricas”, de próxima aparición en el teatro La lechera, de Cádiz).

Con Pretty Woman nos acercamos cada vez más a ese cabaret que, en realidad, es el Carnaval modernizado. A un cabaret centroeuropeo y gaditano. Gaditano porque aquí los temas son claramente los que su sociedad todavía precisa.


Empieza este cuarteto con la situación personalísima de embarazo real de Susana Ginesta, para inmediatamente satirizar la imposición de nombres que muchos padres hacen a sus hijos recién nacidos:

“Que el nombre es muy bonito
y te vas a acostumbrar.
¿Tú sabes lo bien que suena?
¡Frozen, sube pa merendar!”


Enseguida va a aparecer el primer cruce de florete con el asunto del género, entendido a la manera Cadiwoman:

“¡Cómo ha vendido la tele al Richar!
Galán guapo y con dinero,
pero nadie cae en la cuenta
de que en verdad era un putero.

Si hubiera sido al revés,
una piba pagar por lujuria,
la gente hubiese dicho
qué lagarta es esa Julia.”

Y ya llegan los primeros quiebros a una monarquía con serios problemas, además de los ideológicos y lingüísticos:

“La historia de la plebeya
y del príncipe salvador,
como Leticia y Felipe,
que del cuento viven los 2.

Aquí la trama real
(…).”

Una cuarteta en realidad de cinco versos, contra toda norma, que juega a ser el quinto de la anterior y el primero de la posterior.

La esgrima de cuarteto empieza con los siguientes versos, que abren un diálogo propio de un cuarteto:

“- Con mis canas, interesante,
yo era un hombre por derecho…
- Y no eran canas ni ná,
venía de pintar un techo.”

Van a seguir cuartetas donde la prostituta va a dejar ir cayendo la impronta de su origen cultural, paro también su sagacidad y crítica contra el pretendido galán, mucho más pedestre y subido de humos.


Seguramente el momento más 'vulgar', por inesperado, de esa prostituta devenida mujer fina sin poder serlo:

“- Yo me puse por detrás
pa ponerle mi regalo,
- y me puso este collar
y también me puso un rabo.”

Hay un momento que recuerda al teatro de humor más clásico, aunque en versión golfa; estoy pensando en Mihura, sobre las vidas de matrimonio, en aquella escena en que los dos estaban en el sofá sentados ante el televisor. El desengaño atribuido a la costumbre y la rutina.

“¿Recuerdas la escena del piano?
Los dos locos por tocarnos:
ahora miramos el piano
y pensamos que hay que limpiarlo.”


El cuarteto sigue como canción, la famosa copla de “La bien pagá”, a partir de unos versos que vuelven a ese estilo de Carnaval de género tan definido en la Ginesta:

“¿Bien pagá? ¿Bien pagá?
Tiene guasa la cosa,
Con lo que yo he pasao en la calle
y que el cine y este gachón
me lo pinten de rosa.”


Un trabajo actoral memorable, el de Susana Ginesta y Abraham Andrade, sobre las tablas de la Tía Norica, para esta suerte de locura de géneros y estilos que son el Carnaval de Cadi.


©Pablo Martínez-Calleja, 2017


(Esta es la única versión que he podido encontrar en vídeo, a pesar de que la edición me parece mucho más que inmensamente mejorable.)


miércoles, 22 de marzo de 2017

Koki es la Jurado

Por dónde empezar cuando se trata de una giganta del Carnaval de Cadi, o de la giganta de Cadi. La giganta con la que no pudo el de los 12 trabajos. Hércules, al que el año pasado puso a guardar de las leonas, su amiga y ella. Y ella rugía por dos y por Hércules.

De lo más antiguo que he escuchado hablar sería de un “Vamos a la playa”, creo recordar, con el que extendía una toalla en la calle y varios hombres la tomaron por un hombre disfrazado o por un travesti (sic.). Koki lleva en la calle una eternidad, lo que viene siendo mucho más que los famosos tres mil años que nunca aumentan.

Y de la calle:

“pa comer, un bocata de pie, la calle,
pa mear, entre coches agachá, la calle,
pa lo otro, … será mejor que me calle”

Este año Koki,

“sin encambio yo comía sentá, en el COAC,
y en wáter meaba sentá, en el COAC,
y lo otro como en mi casa, el COAC,
y he cogido peso, en el COAC (…)”

El Carnaval de Koki tiene su propia medida y hablar sobre su arte en términos comparados se me hace imposible. Se califica a sí misma de Agrupación Unifamiliar, en realidad lo que hubiera sido una ‘charanga’ pero sin el sentido despectivo que ‘charanga’ pueda tener.

Koki va por libre. Koki encarna el Carnaval como estilo de vida, que dijera Juan José Tellez, y quien la llevo al COAC, desde la calle:

“y me tocó puntuar, el COAC,
de preliminares a la final, del COAC,
yo ya no sabía si era yo, o el COAC (…)”

Genial en su desvergüenza, magnífica en su única pretensión de, ella misma, disfrutar de su Carnaval. Ella no hace un Carnaval para el público, ella vive su Carnaval y deja que nos acerquemos a ella en su disfrute.


Koki me decía después de un pase en el Carnaval chiquito: “Pablo, que porrazo me he pegao, y es que la gente no me ha parao. A ver cuando dejo de ser una niña, que es que yo me lanzo y hasta pierdo el sentío. Y claro, me he lanzao y me la he pegao. Y el disco de oro, roto.” (“(…) / mira que me tiro, mira que me tiro, / me tiré al patio de butaca/ y me quedé espatarrada, / así que a la comparsa / le puntuaron 8, / pero a mí me dieron 15 / en el mismísimo ‘estribillo’”).

Pero Koki no es una niña, Koki es una mujer hecha y derecha, y de gran saber, también carnavalero:

“me pegué un mes en el palco,
venga de octavillitas y contraltos;
mira que yo intenté entenderles algo:
no lo conseguí,
pero aquello era el COAC,
no la calle…, el COAC!!!”

Como todo romancero que lo sea, en su sentido ‘puro’, hay noticia y crítica por un malestar. Y es que el estado moribundo del cuarteto es evidente excepto para los que no “me quito un sofocón”:

“porque ahora el cuarteto
lo que se ha hecho es un lío,
no tiene esperanza
y se encuentra perdío:
lucha, lucha, lucha,
y rima la parodia, por Dio;
lucha, lucha, lucha,
porque te voy a poner un menos 2”

Sus tipos son siempre todo menos discretos. Su disfraz, un mamarracho gaditano. Su inspiración… Aquí hay que echar el alto, porque lo mismo se agarra a la mano de Lorca que a la de Sabina, pero todo lo transforma en Koki, la maestra, la giganta de las calles de Cadi.

La Jurado, Rocío Jurado, en realidad más Isabel Pantoja, porque Koki hace de todo lo que le da la gana, que para eso ella hace su Carnaval.

Como toda tonadillera se duele por algún famoso, aquí mienta la pena de su corazón roto por Urdangarín:

“que tenga que irse a vivir a Suiza”

Tampoco Teófila queda olvidada, a pesar de no ser ya la alcaldesa:

“le está pegando a la burundanga”


Como se le acababa el reportorio, después de uno "largo y grande", y el público seguía allí, empezó a sacar de su baúl lo que se le venía en mientes, y así recuperó al muchacho que tenía ‘un marío’.

Tampoco la autocrítica le falta a la giganta de Cadi, enunciada con ternura poética y desvergüenza callejera:

“Ha dicho la luna que este año traigo
un cuplé mu raro, ¡eso habrá que verlo!
Ha dicho la luna que yo no me entero
y que mis cuplé son tos pa romperlos;
ha dicho la luna que haga un 2x4,
2x4 ocho.
Le he dicho a la luna que lo hago como a mí
me sale del… ¡alma!”


Un romancero ilegal del que hasta el libreto forma parte del tipo y lo enriquece.


©Pablo Martínez-Calleja, 2017



jueves, 16 de marzo de 2017

Parking Dead, un Romancero a lo Quevedo

Como aquellos romanceros que traían de lejos, siempre de lejos, las noticias que de otro modo nunca hubieran llegado. Romanceros, aquella forma de periodismo arcaico, última forma arcaica previa a la aparición de la imprenta. Noticias mitad realidad, mitad ficción inventada para que la sonrisa o la risa mantuviera la atención y la mano cerca de la bolsa, de la que saliera, siquiera, una moneda. Ficción agría, que se echara encima de lo que la moral del dicente quisiera criticar, combatir o ridiculizar. Humor, humor que siempre vive del retorcer de la lengua, de la desvergüenza; de sacar de la oscuridad de los hábitos del salón lo que todo el mundo sabe y nadie se atreve a nombrar, o se es un bufón.

Romancero gaditano, romancero porque en verso, sea o no medieval. Romancero Carnaval.



Un romancero de raza, el de Javier Benítez y Monano, que nos tiene acostumbrados a un Carnaval gamberro, iconoclasta, cuyo disfraz para su Tipo suele ser el mamarracho gaditano, vuelve a serlo sin dejar de la mano su saber teatral, escenográfico y la invención de un cartelón sintético, adaptado a los tiempos modernos y fuera de las normas del concurso y de la Edad Media.

“Ni una cuarteta pa’tirar’ en un texto magnífico en forma y contenido. Su contenido sigue la más pura tradición, la de contar un hecho, un hecho que ocupa a la ciudadanía en su realidad local gaditana; crítica y queja por la situación injusta que produce un malestar:

“En Cadi no hay quien aparque
ni en línea ni en batería,
por eso ha tardao 3 año
en vení Susana día.”


Al tiempo que muestra un doble malestar, o triple: la deformación de su propio cuerpo por su trabajo (que a su vez nos lleva a un lugar común gaditano de chiste y risa: el butanero) y por la Semana Santa, en una cuarteta artefacto de la risa:

“Si andamos como los zombis,
con un hombro más elevao,
es porque este es butanero
y yo cargo el despojao.”


No falta tampoco la referencia a la milenaria y mitológica historia de la ciudad, que estos dos romanceros siempre han ridiculizado en la exageración habitualmente usada, más un lugar común muy manido y ausente de verdadero significado, dado que aunque las autoridades y sus acólitos se han llenado siempre la boca con los famosos tres mil años (a los que el paso de los años no han sumado ni uno más…), el patrimonio sigue abandonado al aire y a los elementos…:

“Hércules fundó Cádi
cuando acabó los 12 trabajos;
si hubiera tenío que aparcá
no hubiese fundao… nada.”

(Véase que en este último verso se juega con la expectativa del publico, que espera /un caraho/ y lo sustituye por el normalísimo /nada/).

Y sigue:

“Por lo visto dejó er carro
en carga y descarga aparcao,
y cuando mató al gigante
ya tenía la grúa al lao.”

“Si los fenicios fundaron Gadir
al lao de la Torre Tavira
y tuvieron que aparcá
al principio la avenida.”


Otro de los elementos que a mí, muy personalmente, me agrada observar es el uso del habla gaditano sin disimulos, digamos el uso del dialecto, como elemento de identidad no solo gaditana sino de su Carnaval. Estoy convencido que la normalización del habla en el Carnaval gaditano sería una pérdida, la pérdida de un elemento cultural de primer orden, al hilo de la naturales reivindicaciones del habla andaluza (y gaditana) como un habla del que no hay que avergonzarse, al contrario de lo que la tradición “castellana” con su estándar de lo culto ha pretendido, ridiculizando a andaluces y gallegos, entre otros, por su habla o por ‘sus costumbres”, atribuidas solo desde el cliché y el prejuicio.


Tampoco este romancero se plegó a ningún compromiso de corrección política de ninguna clase, y en su texto se puede ver cómo aparece su suegra, sin que su suegra sea convertida en un chivo expiatorio del machismo, en mi opinión:

“Pero cuando llegué al portal
mencontré a mi suegra sola,
que me dijo ante de entrá:
tú me lleva al Mercadona?”

Aunque además:

“Mi suegra llegó por detrá
le dio un bastonazo certero
y al ver sarpicá to esa sangre
entendí lo de sarpicadero.”

Así mismo, y de modo muy conmovedor para mí, encontré entre estas cuartetas algo que yo mismo pude vivir durante los días de mi estancia en Cadi (a partir del minuto 8:10 del vídeo):

“A veces cuando me aburro
me meto en el coche a esperá
y a reirme de to el que se para
y me dice: ¿tú te vá?”

El romancero se despide recuperando la presencia de los ausentes, el resto de los Benítez, habituales de la agrupación, y con una cuarteta completamente adaptada al romancero:

“Si quieren, todos ustedes,
conservar bien su salud
más vale que nos ayuden
a pagar la zona azul.”

Parking Dead tematiza, con gran humor e ironía, la situación de aparcamiento en la ciudad de Cádiz, así como el desastre circulatorio heredado de la época de Teófila Martínez, en especial la construcción de un puente que a vista de muchos resultaba innecesario, y de cuya señalización llegan hasta hoy mismo no pocas complicaciones.

El libreto no es otra cosa que ese sobre manila en el que uno se encontraría la multa. Un romancero con una conjunción completa de tipo, texto y libreto, en la mejor forma de Carnaval de Cadi, en mi opinión.


©Pablo Martínez-Calleja, 2017