Por fin
un cuarteto bien rimado, y no solo rimado. Esta es la conclusión que saqué
verso a verso desde mi butaca del teatro de títeres de la Tía Norica. Se quedó
a las puertas del primer premio, y el primer premio a las puertas de lo que son
capaces de hacer.
El
mestizaje de Cadi debería dar para derivar un buen cuarteto de la Tía Norica al
Falla, y que me perdone mi admirado, y amigo, Cossi, por si pudiera parecer que yo quisiera quitarle su premio
(cosa que en realidad no hago de ningún modo).
Ahora
que muchos coincidimos en lo moribundo de un género, el cuarteto, que lleva
mucho tiempo muriendo de impotencia ante sí mismo, con chistes amojamaos, con
un retraso de siglos sobre el humor unido a la inteligencia, llega un romancero
y se convierte en el ¿verdadero cuarteto de la modernidad gaditana? Se verá.
Susana
Ginesta, a la que en lo indisoluble, esta vez al menos, personal-profesional,
de un año de creación (AnTOTOlogía, en realidad con textos nuevos también,
Pretty Woman y maternidad) le ha cundido y quiero felicitarla.
En
Pretty Woman sigue con su particular modo de hacer Carnaval de género, aunque
no sea la única que lo hace. Pero es cierto que su impronta da para afirmar un
aumento de la diversidad en la tipología del Carnaval gaditano. Y un Carnaval
renovador no solo en sus formas y convenciones internas sino un Carnaval
renovador de formas y contenidos sociales. Ante mi preocupación por el hecho de
que el humor puede llegar a domesticar la realidad chata y hacerla más
digerible, en lugar de producir catarsis, el Carnaval de género (y aquí la
lista de autoras e intérpretes es considerable: no solo Koki, tomemos a Ana
López y su “Perfecta cuñada” o su “Pariento”, a las “Amantis religiosas”,
‘lideradas’ por Irene Vega; sin olvidar a las que quiero denominar “Presas
ibéricas”, de próxima aparición en el teatro La lechera, de Cádiz).
Con
Pretty Woman nos acercamos cada vez más a ese cabaret que, en realidad, es el
Carnaval modernizado. A un cabaret centroeuropeo y gaditano. Gaditano porque
aquí los temas son claramente los que su sociedad todavía precisa.
Empieza
este cuarteto con la situación personalísima de embarazo real de Susana
Ginesta, para inmediatamente satirizar la imposición de nombres que muchos
padres hacen a sus hijos recién nacidos:
“Que el
nombre es muy bonito
y te
vas a acostumbrar.
¿Tú
sabes lo bien que suena?
¡Frozen,
sube pa merendar!”
Enseguida
va a aparecer el primer cruce de florete con el asunto del género, entendido a
la manera Cadiwoman:
“¡Cómo
ha vendido la tele al Richar!
Galán guapo
y con dinero,
pero
nadie cae en la cuenta
de que
en verdad era un putero.
Si
hubiera sido al revés,
una
piba pagar por lujuria,
la
gente hubiese dicho
qué
lagarta es esa Julia.”
Y ya
llegan los primeros quiebros a una monarquía con serios problemas, además de
los ideológicos y lingüísticos:
“La
historia de la plebeya
y del
príncipe salvador,
como
Leticia y Felipe,
que del
cuento viven los 2.
Aquí la
trama real
(…).”
Una
cuarteta en realidad de cinco versos, contra toda norma, que juega a ser el quinto
de la anterior y el primero de la posterior.
La
esgrima de cuarteto empieza con los siguientes versos, que abren un diálogo
propio de un cuarteto:
“- Con
mis canas, interesante,
yo era
un hombre por derecho…
- Y no
eran canas ni ná,
venía
de pintar un techo.”
Van a
seguir cuartetas donde la prostituta va a dejar ir cayendo la impronta de su
origen cultural, paro también su sagacidad y crítica contra el pretendido
galán, mucho más pedestre y subido de humos.
Seguramente
el momento más 'vulgar', por inesperado, de esa prostituta devenida mujer fina
sin poder serlo:
“- Yo
me puse por detrás
pa
ponerle mi regalo,
- y me
puso este collar
y
también me puso un rabo.”
Hay un
momento que recuerda al teatro de humor más clásico, aunque en versión golfa;
estoy pensando en Mihura, sobre las vidas de matrimonio, en aquella escena en
que los dos estaban en el sofá sentados ante el televisor. El desengaño
atribuido a la costumbre y la rutina.
“¿Recuerdas
la escena del piano?
Los dos
locos por tocarnos:
ahora
miramos el piano
y
pensamos que hay que limpiarlo.”
El
cuarteto sigue como canción, la famosa copla de “La bien pagá”, a partir de
unos versos que vuelven a ese estilo de Carnaval de género tan definido en la
Ginesta:
“¿Bien
pagá? ¿Bien pagá?
Tiene
guasa la cosa,
Con lo
que yo he pasao en la calle
y que
el cine y este gachón
me lo
pinten de rosa.”
Un
trabajo actoral memorable, el de Susana Ginesta y Abraham Andrade, sobre las tablas de la Tía Norica, para esta suerte
de locura de géneros y estilos que son el Carnaval de Cadi.
©Pablo
Martínez-Calleja, 2017
(Esta es la única versión que he podido encontrar en vídeo, a pesar de que la edición me parece mucho más que inmensamente mejorable.)