miércoles, 10 de mayo de 2017

Notas de urgencia y con atrevimiento sobre la fecha fija o fecha móvil del Carnaval de ‘Cadi’

Vaya por delante que no me voy a mojar diciendo lo que yo quisiera: esto es cosa de los gaditanos y yo iré cuando ellos lo manden.
Añado que estas notas lo son de urgencia y necesidad, provocadoras y de muy “poca vergüenza” a la manera del Carnaval gaditano.

Nota previa a las demás notas previas. El Carnaval no es un hijo pródigo, no lo es. Menos aún del cristianismo (protestantismo + catolicismo). Lo dice Julio Caro Baroja y no voy a ser yo quien niegue que nuestro Caro Baroja es un gigante de la Cultura española. También habla de que el Carnaval se divisa en la “oscura Edad Media”. Bueno, ha venido quedando claro que la Edad Media quizá no fue tan oscura; la expresión misma de Caro Baroja predispone a seguir pensándolo.
Habla Caro Baroja del Carnaval como un supuesto hijo pródigo, hijo de la Santa Madre Iglesia, supongo. Lo que ocurre, sin embargo, parece, es que el cristianismo se encontró con el Carnaval e interactuó con él y lo ahormó. Lo que quizá se debiera decir es que el Carnaval fue un hijo adoptado, a la fuerza, por el cristianismo.
Habla Caro Baroja en 1965 de secularización y laicismo. ¿Podemos pensar en 1965, en la España nacionalcatólica en la que él escribía, que su secularización o laicismo eran los mismos que los nuestros? ¿Había laicismo en 1965 en España? Porque de ese presupuesto parte para asegurar que el Carnaval había muerto.

Los “hombres del bosque” venían huyendo de la iglesia y sus poderes de los campos a las ciudades, en busca de protección. Una de las primeras intervenciones, al menos, del cristianismo, la acomete un cura de pueblo, que ve en las mujeres lo que su represión le deja entrever (Roman de Fauvel). Ya en el s.XI “la gente llevaba… enseres de cocina de todo tipo…, como los ladrones suelen.” (Tuve que acordarme de “Cadi norte”).

Ámbito y espacio territorial del Carnaval. El espacio del Carnaval es europeo, el mismo Caro Baroja lo reconoce cuando se apoya en Jean-Richard Bloch para insistir en que el Carnaval ha muerto. Sin embargo gusta de insistir en que él habla de un Carnaval español o ibérico.
El Carnaval es europeo y ofrece identidad cultural europea. “Das Wilde Heer”, dirigida por el Hellequin (luego transformado en el arlequín que todos dicen conocer), tiene su correspondiente en la Santa Compaña, por ejemplo. Pero el Carnaval es un magma, un gran magma, con infinitas pequeñas o grandes variedades y con elementos comunes que hacen de ese gran magma un elemento común europeo. Cádiz no se salva de ello, de ningún modo. Solo que Cádiz sería el modelo más avanzado y acabado (a salvo de algo para mí desconocido, claro), hasta la fecha, de un Carnaval europeo, y mundial.

Identidad. El Carnaval es una celebración de la comunidad. Distinta en su fuerza identitaria si se celebra en el espacio rural o en el urbano. Es un elemento socializador. Es un instrumento político de control de los poderosos. Es una juerga para burlarse de ‘todo’. Es la posibilidad de jugar a “ser alguien otro”.
Se pretende que es cristiano y daría identidad cristiana a la comunidad. El cristianismo llegó amoldándolo, ahormándolo y tratando de asimilarlo: hasta hoy mismo todavía. Interesante se presenta no dejar de ver la cantidad grande de gente que pertenece a cofradías de semana santa y a agrupaciones de Carnaval. Interesante es también que el Ayuntamiento de Cádiz, en su deseo de poner fecha fija al Carnaval, quiere incluir a las organizaciones católicas, de modo formal, en la decisión.
Resulta importante, para no perder de vista a Mintz, incluir en el Carnaval de Cadi a la capital y a su provincia.


Espacio temporal. Las iglesias cristianas demarcaron el espacio temporal al Carnaval, una demarcación que no siempre existió. La llegada del cristianismo comenzó a exigir, y ello fue posible con su avance hacia el Poder político, más espacios propios: la cuaresma.
Parece necesario insistir en que el espacio temporal es una cuenta que va hacia delante y vuelve hacia atrás. La pascua de resurrección no es otra que el Pésaj judío, que se calcula desde el primer plenilunio de la primavera. Desde el Pésaj se cuenta hacia atrás, se sitúa el miércoles de ceniza. Como ya antes la iglesia tenía situada la navidad y todas sus festividades, la iglesia decide que esas ‘celebraciones paganas’ = Carnaval se pueden celebrar entre la epifanía y el miércoles de ceniza. Lo que se conoce en el calendario litúrgico como Tiempo Ordinario.

El Carnaval, sin embargo, salta por sobre esa pinza temporal y no solo en Cádiz. Basilea, una ciudad protestante (aunque con gran cantidad de otras religiones representadas entre la población y de modo formal, con sus iglesias, etc.) sufrió prohibición y hoy su Carnaval empieza el lunes siguiente al miércoles de ceniza (durante tres días, más las excursiones durante los dos fines de semana siguientes).

Llama la atención que la iglesia de Roma quiera cambiar la fecha de su pascua más importante (pascua al mismo tiempo judía) por un sistema completamente arbitrario temporal, cuando hasta ahora la iglesia había venido siendo concienzuda en tratar de organizar sus celebraciones con lógica aplastante. Ahora parece que la iglesia va a elegir un día que les venga a todos bien para celebrar la resurrección de Jesucristo.

Llaman la atención los planteamientos con los que se quiere dar solidez al cambio de fechas del Carnaval y que, hasta ahora, se diga con la boca pequeña sobre la independencia que el Carnaval deba tener respecto al calendario litúrgico católico (en este caso). Llama la atención que vayan a ser preguntadas las organizaciones católicas sobre el cambio, en este contexto. Lo que más aparecen son las razones de tiempo para las agrupaciones carnavalescas, el concurso, la hostelería y la llegada de turistas.

Quedan pendientes la formación del nuevo Patronato del Carnaval, que quedó en suspenso, y una nueva reforma del COAC. Sin embargo, se quiere acometer antes el cambio de fechas.


Cádiz debe decidir cuál es el modelo de ciudad que resultará de tal cambio. Es algo que corresponde a los gaditanos, para definir y decidir sobre su elemento cultural de mayor fuerza diferencial, que porque hace única a la sociedad gaditana le otorga una identidad especialmente marcada.

©Pablo Martínez-Calleja, 2017

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