sábado, 18 de febrero de 2017

Fiesta de cuerdos libérrimos

La española es una sociedad que todavía conserva su socialización franquista, al menos en lo referido a su cultura política, aunque a much@s les pueda parecer exagerado o despreciativo. Ha sido parte del truco hacerle pensar a la gente que ya estaba todo hecho, en materia de democracia y cultura política, para que así a nadie se lo ocurriera que hubiera debido hacerse algo más. Entre otras cosas, haber favorecido la llegada de la cultura política en todos los tramos de la vida académica, desde la escuela hasta la Universidad. Algo, por ejemplo, que sí se hizo en la Alemania post-nazi y que sigue existiendo hasta hoy (BundesZentrale für Politische Bildung).

Lo vemos en el uso de la lengua y lo vemos en lo que llamaremos sentido común político. En España se nos ha quedado un lenguaje cuartelero a pesar de los 40 años que han transcurrido desde el final de los 40 años de terrible dictadura. Nada mejor que echar mano del Carnaval de Cádiz para mostrar la idea, grotesca,  de democracia y de discrepancia política real y actual, todavía, en la actual sociedad española (min 6:50 del vídeo).

La toma de conciencia del feminicido que, desde antiguo, se comete contra las mujeres de nuestra Humanidad ha llegado en ese momento en que la sociedad estaba despertando a una nueva conciencia política y tratando de conseguirse una nueva socialización para sí misma.

Hace poco leía que el feminicidio es terrorismo, y quien lo decía mencionaba una noticia sobre la cantidad de víctimas que había producido el terrorismo de ETA y las que han producido hombres contra mujeres.
Afirmar que el machismo mata me parece que puede llegar a ser exagerado, y lo pienso sin desconocer que los códigos penales han favorecido el asesinato pasional o han culpabilizado penalmente a la mujer que fuera por la calle con un hombre distinto a su marido. Tampoco desconozco que el machismo ha sido celebrado lírica y musicalmente; menos, que el feminicidio ha sido incluso cantado. Un delirio que podríamos, muy bien, bautizar como “el machismo del candil”, y de paso haríamos referencia a la elementariedad de tal forma de actuar.
Decir que el machismo mata está de moda. Si yo dijera que el nazismo mata, pensémoslo un momento, ¿por qué lo diría? ¿Podría decir el comunismo mata?, ¿qué el fascismo mata?, ¿el neoliberalismo mata? Por qué podría o no decirlo con honestidad y seriedad es la cuestión.

Cuando se ponen la cantidad de mujeres asesinadas junto a las personas asesinadas por ETA, y se afirma que los feminicidios son terrorismo, se está utilizando de nuevo la misma comparación. Para mucha gente en España la “independencia” es sinónimo de ETA, sin pararse a pensar que hay gente independentista que aborrece de los crímenes de ETA, desde siempre, y no quiere saber nada de la violencia, pero se establece esa relación directa entre independentismo y terrorismo. Lo que debería significar que el independentismo escocés es también asesino, o el canadiense o el catalán: nada más lejos de la realidad.

El gran problema es la ira contra esa dictadura líquida que es el machismo y contra esa salvajada diaria que son los feminicidios. Pero tengo la impresión de que la sociedad está aceptando alimentar a una nueva bicha por ignorancia, y que no calcula los riesgos inmensos en los que se mete. En el caso de la corrección política anti machismo, la de la fundación por decreto de una sociedad puritana.
La corrección política es otra dictadura líquida, invisible pero eficaz. A través de la corrección política contra el machismo (no siempre feminicida) se pretende desactivar ideológicamente el machismo, por el camino (en el Carnaval de Cádiz) de ‘prohibir’ chistes, estereotipos y clichés. Es curioso que es fácil encontrar gente contra los chistes machistas que se desgañitan exigiendo la libertad para hacer chistes sobre el Holocausto, sobre los judíos, sobre víctimas de ETA, etc.

Llegado el 40 aniversario de la restitución de los Carnavales de Cádiz, tras la larga y horrible dictadura, Cádiz se lía y se embarca en un aventura de incierto futuro con sus Carnavales. Ya desde antes de su comienzo, una voz llamaba a los autores de Carnaval a la mesura y la corrección en materia de machismo. Una recomendación a los autores de coplas para revisar en sus tinteros en busca de hebras machistas y desecharlas. Pero, ¿qué es lo machista? ¿Dónde se pueden ver las normas escritas en el aire? Y, ¿quién ha puesto esas normas, cuándo, dónde?

Se escucharon voces amenazando con echarle el telón al autor que fuera machista en el Gran Teatro Falla y otra voz pidiendo un ‘nuevo reglamento’. Donde supongo que todas las bromas sobre alemanes, vascos, catalanes, etc., quedarán desterradas del Carnaval. Eso sí, aunque venga luego cadizdirecto a proclamar que en el tipo de una chirigota de Badajoz se ‘…’ a los gaditanos.
El humor por decreto está ya más cerca, y ello en nombre de ¿la nueva política? ¿Vamos a convertirnos en una sociedad puritana que proteja a los más débiles, para que ese puritanismo después los aplaste? El ejemplo está de moda, por cierto; no es necesario ni nombrarlo y lleva tupé.

Seguramente el camino debería ser otro. El del empoderamiento por la formación y la educación. La extensión de los valores de la asertividad y el respeto. Pero sin perder de vista que como a la justicia le es la clemencia, al respeto le es el humor.

Sin olvidar que debe regresar toda la financiación y todos los medios, incluso mejorarlos y aumentarlos, en todo lo referido al combate contra la violencia de género.


Cádiz y su Carnaval. De Cádiz se dice que su Carnaval es periodismo callejero, a la manera de los Romanceros medievales, que por cierto en Cádiz todavía viven. Cádiz es sinónimo del espíritu liberal de 1812. Cádiz, la Fiesta de la Palabra como pocos Carnavales en el Mundo. Cádiz, digo yo, es la mayor y más libre Speaker’s Corner de la Humanidad. Y el mejor cabaré del Universo.
Pues a Cádiz le ‘ha llegao el mandao’ de la corrección política. La recomendación de la autocensura. La incorrección de decir determinadas cosas. ¿Qué hará Cadi?

Aprendí algo grande en Cádiz, el pararse y “amo a ecushá”. Y algo más grande todavía: a quien no le gusta se da la media vuelta y ahí se quedan los copleros, que yo no les presto oídos. Y aquí quiero ensalzar expresamente la actitud de la Concejala de Cultura de Cádiz que abandonó el Falla una noche, pero sin pedir después ‘nuevas leyes’.

Cádiz ha sido la conciencia viva y parlera de España, yo desearía que siguiera siéndolo. Incluso durante la prohibición, durante las Fiestas Típicas Gaditanas, con la prevención como amenaza, y con los señoritos dejando llegar a las chirigotas más allá de la casapuerta para que les cantasen coplas por unos vasos y algo de jamón; quizá por unas monedas. Cádiz nunca dejó morir su espíritu de cantar lo que le diera la gana, a pesar de muchos pesares. Y el público de escuchar lo que quisiera.


©Pablo Martínez-Calleja, 2017

No hay comentarios:

Publicar un comentario