lunes, 6 de febrero de 2017

El momento “Peter (Brook) Pan”, o las dos letras mejores (“Mi suegra, como ya dije...“ (II))

Uno de los momentos más emocionantes de la noche del Falla fue cuando “cuyo hijo finalmente supera, …la tortilla…, el suyo de Peter Pan.”. Fue el momento que José Landi Grajera describe con el “Oh” del público, y que Ana López Segovia recuerda como “un momento digno de Peter Brook”.

Fue un momento de conmoción, el momento en que el propio hijo le anuncia a su madre que le gusta la tortilla de su mujer, la nuera. El momento en que el personaje rompe su cordón umbilical, se hace mayor y se abraza a su esposa.

El momento fue evidente. Y, ¿cuál fue su significado? Porque tengo la impresión de que sería bueno tratar de conversar sobre ello, en un momento en que se discute con vehemencia sobre el machismo en los textos y las composturas. Una vehemencia renovada tras la actuación de otra Chirigota (“Yo esto no me lo explico”), ante la que algunos piden que haya telonazo, que se debería poder hacer algo normativo contra ella, y la concejala de Cultura del Ayuntamiento abandona, indignada, el Falla (cosa que anuncia en su propia cuenta de FB). La verdad, hay cosas que a mí me resuenan a “autoridad gubernativa”.

Una vez más, sobre todas las anteriores, quiero decir que lo normativo, la prohibición, no es el camino. La libertad está para usarla, y para que la use todo el mundo. El camino es la formación, la cultura, y el ejemplo del Carnaval callejero de Cádiz, donde me paro: no me gusta, me voy; me gusta, me quedo.
Naturalmente que la crítica está siempre permitida, por la misma razón que libertad de expresión. Yo también me hubiera levantado y me hubiera largado, después de pensar si podía abuchear o no.

El momento “Oh” de la noche del Selu nos muestra varias cosas, diría yo. En primer lugar nos muestra que hay un público atento, y que vibra con lo que ve y escucha. En segundo lugar que todo público escucha y mira con sus prevenciones morales; que todo lo que vemos y escuchamos nos gusta o no según hayamos aprendido qué es bueno o malo.

¿Qué significaba, entonces, el “Oh” de aquella noche del Falla? ¿Significaba el asombro del público ante un hijo (¿un mal hijo?) que prefiere la tortilla de su mujer a la de su propia madre? ¿O fue un “Oh” de fascinación ante un hijo que, por fin, se emancipa, rompe definitivamente su cordón umbilical, se hace adulto y se abraza como hombre a su mujer?


©Pablo Martínez-Calleja, 2017

No hay comentarios:

Publicar un comentario