Uno de
los momentos más emocionantes de la noche del Falla fue cuando “cuyo
hijo finalmente supera, …la tortilla…, el suyo de Peter Pan.”. Fue
el momento que José Landi Grajera describe con el “Oh” del público, y que
Ana López Segovia recuerda como “un momento digno de Peter Brook”.
Fue un
momento de conmoción, el momento en que el propio hijo le anuncia a su madre
que le gusta la tortilla de su mujer, la nuera. El momento en que el personaje
rompe su cordón umbilical, se hace mayor y se abraza a su esposa.
El
momento fue evidente. Y, ¿cuál fue su significado? Porque tengo la impresión de
que sería bueno tratar de conversar sobre ello, en un momento en que se discute
con vehemencia sobre el machismo en los textos y las composturas. Una
vehemencia renovada tras la actuación de otra Chirigota (“Yo esto no me lo
explico”), ante la que algunos piden que haya telonazo, que se debería poder
hacer algo normativo contra ella, y la concejala de Cultura del Ayuntamiento
abandona, indignada, el Falla (cosa que anuncia en su propia cuenta de FB). La
verdad, hay cosas que a mí me resuenan a “autoridad gubernativa”.
Una vez
más, sobre todas las anteriores, quiero decir que lo normativo, la prohibición,
no es el camino. La libertad está para usarla, y para que la use todo el mundo.
El camino es la formación, la cultura, y el ejemplo del Carnaval callejero de
Cádiz, donde me paro: no me gusta, me voy; me gusta, me quedo.
Naturalmente
que la crítica está siempre permitida, por la misma razón que libertad de
expresión. Yo también me hubiera levantado y me hubiera largado, después de pensar si
podía abuchear o no.
El
momento “Oh” de la noche del Selu nos muestra varias cosas, diría yo. En primer
lugar nos muestra que hay un público atento, y que vibra con lo que ve y
escucha. En segundo lugar que todo público escucha y mira con sus prevenciones
morales; que todo lo que vemos y escuchamos nos gusta o no según hayamos
aprendido qué es bueno o malo.
¿Qué
significaba, entonces, el “Oh” de aquella noche del Falla? ¿Significaba el
asombro del público ante un hijo (¿un mal hijo?) que prefiere la tortilla de su
mujer a la de su propia madre? ¿O fue un “Oh” de fascinación ante un hijo que,
por fin, se emancipa, rompe definitivamente su cordón umbilical, se hace adulto
y se abraza como hombre a su mujer?
©Pablo
Martínez-Calleja, 2017
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