viernes, 20 de febrero de 2015

Los del retiro

Los que fueran La auténtica falange no se pueden estar calladitos y se agradece. Su tipo, el ermitaño, yo creo que sigue los cánones del mamarracho gaditano de carnaval. Especialmente sus barbas, pelos y amplias frentes… ¡Dónde habrán encontrado, y no todos, esos pies desastrados de eremita!

“30 años llevo sin hablar”, “30 años retirado”, “30 años meditando”, los treinta años que en la cultura gaditana deben de ser la eternidad de tiempo que otorgan la autoridad de la experiencia y del saber: recuerden los treinta años que se llevó El Selu en el Holiday o cortando papelillos ‘pa’la cabalgata’… Me lo corroborada Javi Benítez, se habla con cincuenta con treinta a la espalda.

Usan un lenguaje puramente coloquial sin las referencias cultas que insertan Los del Perchero, porque cada chirigota tiene su propia marca de la casa. Llegan rápida y eficazmente al público, con las consabidas concesiones a las expresiones propias del carnaval callejero, golfo y bruto:

“Ha pasado a mejor vida
el vaso de tubo ya
en bares y discotecas.
El ancho vaso se impone más
pues se da la coyuntura
de que hay bocas acostumbradas a tanta holgura.”

Son divertidos y no dan puntada sin hilo, ni dejan ningún tema de importante actualidad. Disfrutan, y su pasarlo bien se extiende al público que está con ellos. Son animales de calle, que anoche pidieron a la gente se acercara más, una y otra vez, para respirar con su aliento. O le comprometieron al que les cuenta con la joven que estaba al lado.


Improvisan borderíos ((‘cuplés cortos, de medida española’) y ocurrencias (‘vengo del retiro y voy a la jubilación’). Interactúan con el público en momentos de alegría donde es más la sonrisa que la risa aborbotonada lo que fluye, hasta que llegan los momentos cumbre. Alegría y muy buen sabor de boca, sería mi resumen.

Se escuchan, se asisten. Sus voces son estupendas, como su música. Su trabajo actoral es memorable, por ejemplo durante sus sevillanas: “Antes reinaba mi padre…” Una chirigota imprescindible entre las imprescindibles.

©Pablo Martínez-Calleja

jueves, 19 de febrero de 2015

Los Barbapasta

No les vi en su presentación, con esas barbas del diablo que yo agradezco que hayan anulado de su figurín. Hubiera sido absolutamente rotundo que hubieran podido dejarse crecer sus barbas y sus pelos y aparecer de un modo así de natural. No se debe pedir tanto…


Sí, tengo que corregir al gaditano carnavalero, con licencia literaria, y decir que ellos salen con figurín y no con tipo. Perfectamente caracterizado su personaje y con un trabajo actoral de superior categoría, manejan la mímica y diría que hasta el movimiento, en ese espacio mínimo entre ellos y el aliento y sus aficionados venidos hasta de México o Ecuador. 


Además de buenos cocineros y buenos conversadores, son gente de sana cultura y nos regalaron su enciclopédico conocimiento del carnaval. De suerte que hay que seguir repitiendo que la genialidad tiene su cuna en el conocimiento. Y de un humor, suyo natural, imparable (“(…) Cádiz es todo, Cádiz es nada, es gente andando, es gente parada. / Tiene su Yang, tiene su Ying, tiene su Cá, tiene su diz.”) Estas cuartetas son una de las muestras geniales de ese humor modernizador del Carnaval que estos Los del Perchero han sacado a las calles de Cádiz desde hace ya tiempo.


Salen representando, por cierto, ese conocimiento vacío y anecdótico tan de moda, la afectación y la pose ( “Mis influencias socio-culturales son: / Victoria Beckham, Dostoievski y Pocoyó”).
Sus textos son mucho más agrios que lo que quizá parezcan porque su amaneramiento los vaya endulzando y su elección léxica sea, a primera vista, quizá mucho más amable que a la tercera:

“Marco tendencias, defino vanguardia,
soy trending topic de la modernidad.”


Un figurín impone más o menos. El de los cardenales era llamativo, contundente. Su figurín actual lo es menos, si lo pensamos bien. Y no solo porque ya un centenar de personas les hayan pedido comprarles su pantalones. De los pies a la cabeza, no hay ni un detalle dejado al azar.

No se les pasa por alto que el Carnaval también sufre desatinos:

“Este folclore de la contracultura que hay quien se
empeña en llamarlo Carnaval
se plasma en esta alfombra con ese toque chic
de vidrios de botellas mezclados con orín, (…)”.
Lo que me lleva a recordar como una noche alguien me dijo que Los del Perchero no son carnaval. Que son más bien Le Luthiers. Bueno. A mí me parece que los verdaderos Le Luthiers del Carnaval de Cádiz son Los Guatifó (sin serlo realmente…, son ellos mismos), las similitudes son amplias, así como el invento de, por ejemplo, el bajo con bidón del año pasado (Son de Guatifó) e incluso aquel bolero “Gustavo”. Esto nos llevaría, entonces, a colegir que tampoco Los Guatifó sean carnaval. ¿Qué es carnaval entonces? Humor, con música y texto, que se dé en las calles de Cádiz cuando a Cádiz le dé la gana. Metáfora contra el Poder, queja sexual (más retórica que real), deseo de ser otr@.
Si quisiéramos utilizar otra expresión que nos ayudara más a una observación en paralelo del hecho cultural, podríamos decir que Caranaval es ya cabaret. Y que el cabaret tiene muchas diferentes formas también. Gracias a todo este remolino, del que Los del Perchero son padres legítimos, entre otros, el Carnaval de Cádiz avanza en su ‘afortunada desaparición’.

No ha faltado su referencia a las leyes de la física (Manual del buen corrupto), aunque sí parece que el canto a Pi quedará en los anales del carnaval callejero de Cádiz. Sus cultismos llegan, como siempre, bien. Sus juegos de palabras (“un concurso apalabrado suena bien” o “ se reparte lo que sobre, sobres es lo que se reparte”)

Mención aparte, por su genialidad y su aguda visión de lo manipulativo, merece el Piropo universal, para el que casi no tengo palabras y les dejo con un vídeo de su pase. Verdades hechas con plantilla para contentar a quien sea en todo momento.


Por último, su estribillo minimalista es otra de las sorpresas que hacen funcionar el humor. Y una vez más recordar que el humor es más sonrisa que risa, que el humor nos mueve a catarsis. La importancia del humor inteligente, culto y cultivado es de impagable deuda.


Cené otra noche con ellos y con Alma Andaluza. Imborrable. Su humor constante, su inteligencia, sus comentarios educados hacia el resto de la calle. Cantaron, luego, juntos, en una plazuela de La Viña, un lugar donde solo esa noche sopló el viento y estábamos todos ya arrecíos y con el 'cuerpo cortao'. Allí nos hicieron olvidar la ‘humedad’ de Cádiz. Yo si pienso en el Carnaval de Cádiz pienso en Cá y en diz, pienso en sus calles abigarradas, y en varias chirigotas, aunque pudiera parecer injusto. Los del Perchero son una de ellas.


©Pablo Martínez-Calleja, 2015

"Qué asco de carnaval"

¿Qué sería del Carnaval sin Los Punkies? Su muerte, y la del Carnaval. Doña Cuaresma se extendería pringosamente como el aceite en el papel de estraza. Todo el mundo celebra la glorias de un carnaval callejero que se desenvuelve por entre las coordenadas de una estética cercana a la normalidad pequeño burguesa, que se permite, de vez en cuando, un coño, un follar, una buena mamada y otro par de cosas más. Pero una sociedad de espíritu liberal no puede vivir en libertad sin las extremidades de las exageraciones y extremos.
Los Punkies no son ni farsa  ni estrambote, son la cola de desviación en la que se funda toda cultura. Como “Historia de O” o “Las once mil vergas”. Que escriban y representen una literatura callejera no les quita mérito, más bien al contrario.

Sí, hace daño a los oídos suaves que nos han trasplantado. Sí, yo no hablo ni escribo así… ¿Y qué? Pero yo he leído esa literatura que otros sí publican y yo no.
No son expresiones “höflich”, presentables-en-el-salón… del XIX, ni en el del XXI.



Perlas que esta gente escribe son, por ejemplo, “soy anarquista onanista / antisistema por sistema” y “soy anti to y anti na”, textos que deberían hacernos pensar si el Carnaval no fuera para todos, para muchos todos, el folclore de una trasgresión calculada en la forma y en el tiempo o el ataque para cualquier estómago del “tsunami de flujo” o “La hija de la gran puta le da la vuelta a los condones / y hace pa las vecinas sus tartaletas de requesones”.

¿Alguien ha reparado, por ejemplo, en que “A mí como soy punki me tachan de marrano / porque al salir del baño no me lavo las manos. / Cuando llegamos a ciudades como a Cádiz capital / usamos to las esquinas a modo de orinal”?

La diversidad del carnaval es la diversidad real de la sociedad y pone, también, de manifiesto la cantidad de apariencia que bendice la desvergüenza de quienes se ríen de lo extraño porque ‘están en el lado bueno’.

©Pablo Martínez-Calleja