Hoy se acaba el carnaval, el de los más ‘jartibles’, el de los
incombustibles. Se le han arrancado a la Iglesia semana y media de cuaresma.
Las gentes se resisten a la escenificación del sufrimiento y del dolor después
de que el carnaval ya supusiera la victoria sobre la muerte. Es como si hubiera
dos carnavales, uno detrás del otro, que dicen lo mismo pero de otra manera. El
carnaval fiesta de invierno, triunfo de la primavera sobre la muerte de la
Tierra, durante el invierno; y la cuaresma y semana de pasión, que culmina con
el domingo de resurrección, triunfo de la vida sobre la muerte injusta, sobre
el sufrimiento y el dolor.
Pero es difícil, como decía, después de haber triunfado sobre la
muerte tener que volver a hundirse en ella, y de forma aún más poderosa. El
Poder de las fiestas de invierno es folclórico, anecdótico en principio; la
semana de la pasión y muerte es bastante menos folclórico. Sobre todo porque
hasta tiempos recientes ha sido incluso tutelado por el Estado y su violencia,
y ello durante siglos.
Como digo, el tira y afloja del carnaval y la cuaresma no es solo que
el carnaval se adentre en la cuaresma. Al día siguiente de llegar a Cádiz entré
en la Iglesia de San Francisco y vi la sombra de la cuaresma acechando sobre el
carnaval. En los pasos expuestos y ya preparados, en las capillas, en las
velas. Seguramente se trata solo de una lucha de lo pagano y lo cristiano, que
los no contrarreformistas, los protestantes, resolvieron de otro modo. Decir
que los protestantes no tienen carnaval y ellos se lo pierden es, sin embargo,
relativamente pobre e ingenuo. Y como el mundo está hecho de contradicciones
diré que a mí me gusta el carnaval pero no me gusta el contrarreformismo:
vamos, un imposible.
Claro, hoy la fiesta, en Cádiz y otros lugares, no es el carnaval del
Pirineo, precristiano y fiesta de invierno. El carnaval de Cádiz se ha
transformado en ser la victoria de la libertad, porque la no libertad es otra
forma de morir. Si por la boca muere el pez, ¿recuerdan los más mayores cómo
nos educaba la dictadura?, el gaditano no quiere morir.
© Pablo Martínez-Calleja, Lüneburg 2014