Cada
quien carga con su perchero y no es de otra manera: con lo que el azar nos
depara y con la comicidad que dejamos brotar o insistimos en encerrar en
nosotros. Esto tuve que deducir de la conversación que pude mantener por Skype
con el Excmo. Sr. Don Alejandro, miembro de Los del perchero, un grupo de
amigos que son como uno de los ojos del remolino del carnaval de Cádiz.
Trajo
el perchero, a la calle, aquel año en que hacía demasiado frío para estar toda
la noche en tutú de ballett y había que poder colgar los abrigos en alguna parte,
de lo que surgió la naturalidad de un disparate colosal: salir con un perchero
por la calle en lugar de pedir a los amigos que les sostuvieran el abrigo. Hoy
del perchero ya no cuelga nada, al menos de momento, y lo mismo vale para
candelabro que para tejado de la Capilla Sixtina. Hoy que la gente se pegaría
por sostenerles el abrigo o la rebequita…
Desde
que los conocí por youtube percibí lo grandes deudores que son de Les Luthiers.
Suerte la mía que antes de llegar al carnaval de Cádiz conocía a los argentinos
desde hacía años y los honraba, y los honro, como los grandes cómicos del
espacio cultural hispánico en castellano. Grandes deudores, decía, del uso
inteligente de la palabra, aunque pagadores de sus deudas: ¡ya no le deben nada
a nadie!, porque lo que hacen es suyo y muy suyo. Incluso cuando ‘roban’, que
es lo que hacen todos los autores y los enamorad@s que alargan la mano, desde
el banco del parque, y arrancan una flor para dar perfume y color a su beso:
así como los del perchero se lo piensan, que piensen l@s que aman que las
floristerías tienen que vivir de algo y se compren el libreto por la voluntad.
Si se
dice que el concurso, y lo dicen muchos, es la vitrina en la que se ve la
muerte del carnaval de Cai (y aquí habría que decir que no todos los del
concurso están muertos, ni siquiera querrían morir…), las calles son la laguna
de la diversidad vital del carnaval (el puente entre ambos, para mí, desde mi
osadía tremenda, sería El Selu y su gente). Los del perchero son uno de los
seres vivos más originales y enriquecedores del carnaval callejero, y lo dice la
muchedumbre que les persigue, entre la que he encontrado a más profesores que
en algunas facultades.
Vacaciones
en Roma es un estupendo resumen de esta agrupación asilvestrada. Nos ofrecen
textos exquisitos, en los que las palabras tienen sabor, con los que no hacen
concesiones sino que se acercan a la tradición pedestre, y un poco canalla, a
través de expresiones que también son el carnaval, sobre todo en la queja y
crítica sexual. Textos dominados por el doble sentido, la incongruencia, y la construcción
hacia lo inesperado, pero que una vez pronunciado cae por su propio peso que
nada es de otra manera. Con ellos aportan una comicidad de primera categoría,
sin convertirlos en textos eruditos… y, en parte, lo son. Su dicción es
magnífica. Su versificación estupenda. Yo diría que la música es un marco
mínimo para levantar una arquitectura del silencio, en el que establecen el
ritmo con sus cánticos de claustro y monasterio, mezclados con la copla, a los
que se suman ritmos caribeños en el momento oportuno. No banalizan El Vaticano
ni a su Colegio Cardenalicio, pero lo presentan como lo ven y lo puede ver casi
cualquier mortal si no lleva el catecismo en la mano: como una cosa-del-mundo,
como si los cardenales fueran el hijo de la portera de la casa, que llegó a… o
el vecino del tercero que siempre fue de familia…
No veo
homofobia, más bien lo contrario y siempre provocando:
Rezo todas las mañanas
porque se curen los gays y las lesbianas.
De eso mismo hablaba en la sauna con un cura de
Noruega,
porfiaba que no era pecado, que el amor cuando
llega, te llega y te llega.
Me anudé la toalla viendo la situación,
de repente el noruego se giró y me guiñó.
¡Vaya nórdico grande, con pluma!
Echó el pestillito el muy canalla
y yo intenté convencerlo pero al final tiré la
toalla.
En la
cuestión puramente religiosa, teológica en realidad, hay mucha erudición y un
juego interesante en el “Programa Electoral Papal”: “El logotipo en dos mil
años no se ha cambiado, / por eso creo que hay que usar de nuevo el pescado./
La cruz es un signo que te deja un sabor amargo /con lo bonito que quedaría
poner un pargo… / o una popo, o una popo, o una pobre pescadilla de / fondón.”
A saber que el pez, con el sustantivo ‘pez’ escrito en griego o sin él, fue
símbolo eucarístico hasta el siglo II y que tras un largo dormitar ha
reaparecido con fuerza, en especial en el mundo evangélico protestante, por
ejemplo en el Día de las Iglesias Protestantes de Alemania en Colonia, en 2007,
o se ha convertido en una pegatina sobre la carrocería de muchos coches y motos.
Para el público menos avisado todo quedará en el simple juego, pero tiene un
significado de gran calado en el ámbito del ecumenismo cristiano.
Sus
fuentes de inspiración son muchas y variadas, ya se trate de Javier Krahe,
Monty Python, Gila, Faemino y Cansado o Leo Masliah.
No solo
en Los del perchero, sería demasiado injusto, pero en ellos se ve el valor
cultural inmenso que es el carnaval de Cádiz, sincretismo de música maravillosa
y palabra inteligente y fina. Lo que sea cursi lo será del personaje (tipo) que
lo pronuncie.
© Pablo Martínez-Calleja, 2014
© Pablo Martínez-Calleja, 2014
Les Luthiers
La bella y graciosa moza marchose a lavar la ropa
El sendero de Warren Sánchez
Perdónala
Seguirán apareciendo referencias a las fuentes de inspiración de Los del perchero.