Hasta
ahora todos creemos que el Carnaval comienza siempre en la misma fecha, lo que
sin embargo no es exacto; y menos exacto aún que termine el Miércoles de Ceniza.
No hay
fecha para el comienzo del Carnaval, en realidad, excepto en referencia a la
fecha de la Pascua de Resurrección de Jesucristo. Hay fecha para que
cualesquiera ‘actividades mundanas impuras’ cesen por la llegada de la
Cuaresma.
Fechas de la Semana Santa y Navidad. Es en el Concilio de Nicea,
325 d.C., cuando se fija que la Pascua de Resurrección se celebrará el primer
domingo después del primer plenilunio de primavera, que comienza el 21 de marzo
aproximadamente. La razón del uso del calendario lunar tiene su origen en que
la crucifixión de Cristo se produjo el día del Pessach judío, y este día se
calcula por el calendario lunar.
Teniendo
la fecha del Domingo de Pascua debemos retroceder hasta alcanzar el principio
de la Cuaresma, el Miércoles de Ceniza, a partir del cual rige, en el ámbito
cristiano, la regla del ayuno y la abstinencia. Según estas reglas, el Carnaval
recibe su límite final para la Iglesia.
Pero el
Carnaval tiene también un límite temporal inicial, después del 6 de enero (para
las gentes; o el domingo siguiente, el bautismo de Jesús), día de la Epifanía,
a pesar de los conatos de Carnaval que puedan observarse en la Noche de San Silvestre
o en el Cotillón de la víspera de los Reyes Magos de Oriente. Es curioso que en
la República de Alemania las gentes no consideran Navidad ni Navidades más allá
del 26 de diciembre, día de San Esteban y fiesta oficial nacional.
Fecha de Carnaval. Es fácil colegir que el
Carnaval es una festividad no incorporada a la tradición cristiana, en principio,
sino soportada y tolerada solo durante el “tiempo ordinario”. Y que hay un
Carnaval más domesticado capaz de entrar en la iglesias, como en Münster, por
ejemplo, donde en Domingo de Carnaval acuden los carnavalistas a misa con sus
uniformes y estandartes e incluso ayudan a misa.
Así
como se puede observar con exactitud el establecimiento por Guillermo III del
Totensonntag (Domingo de Muertos) en Prusia, el domingo último antes del primer
domingo de Adviento, para no contaminar con la muerte el tiempo de preparación
para el nacimiento de Jesús, podemos ver con igual precisión que el Carnaval no
debe contaminar la Cuaresma y debe finalizar, como ocurre en la tradición,
antes de la misa del Miércoles de Ceniza.
Pero
esto no es todo. El Carnaval no es simplemente soportado o tolerado por la
Iglesia, sea la de Roma o la luterana (geografía de la que desapareció el
Carnaval). También en Baviera, católica, desapareció el Carnaval como lo hizo
en la España nacionalcatólica del general Franco. Cádiz fue una excepción, al
mismo tiempo que una excepción muy particular. Como Tenerife fue otra excepción
corriendo el tiempo junto al turismo de masas a partir de los 50.
El
Carnaval se ha mantenido bien por asimilación de la Iglesia de Roma o porque a
Roma no se ha presentado otra opción que aceptarlo, donde ha sido necesario, y
tratar de domesticarlo. Hablamos de un Carnaval que se lanza a la vida desde el
mismo día de los Reyes Magos en el sur de Alemania, con sus primeros actos para
desempolvar el Carnaval (antiguo) y del que insiste en penetrar la Cuaresma
contra la norma cristiana católica (segunda semana de Carnaval y Carnaval
chiquito en Cádiz) o que directamente se celebra contra el criterio cristiano
el primer lunes, y hasta el miércoles, después del Miércoles de Ceniza
(Basilea).
Sí hay
otras Fiestas de Invierno (Carnaval antiguo) que se celebran durante el
invierno recién inaugurado tras el “tiempo de Navidad”, como Jarramplas, en
Piornal, Cáceres, que a la manera de Münster (Alemania), pero dando un paso
mucho más allá, su figura central vive en su paganismo (fuera de la iglesia del
pueblo) y es ‘atrapado’, domesticado, por el orden religioso contrario a las
‘supersticiones’ en el interior de ella.
Pude
entrevistar a unas mujeres en la iglesia de Piornal momentos antes de la
celebración de la misa, una vez comenzada la procesión en la que San Sebastián
avanza y Jarramplas camina hacia atrás sin perder la mirada dirigida al santo.
Las
mujeres me explicaron que los nabos que recibe Jarramplas como castigo son el
recuerdo del martirio a San Sebastián (fue con flechas). Una suerte de
transfiguración de una figura en la otra, de normalización de todo lo que la
vida presente dentro del molde de lo religioso cristiano.
También
a mediados de enero, en Lauenburg, aparece por las calles una figura llamada
“Die lustige Person (La persona divertida)”, en este caso con una estética
propia del XIX. Una figura amable con niños y grandes, que reparte dulces y
otros objetos, pero que lleva una palmeta en la mano por si fuera necesario
aplicar la disciplina. Una figura sola que en algún punto recuerda la soledad
de Jarramplas y sus cachiporras, lo mismo que el origen enigmático de las dos
fiestas.
Hay
más, por San Sebastian, recién llegado el invierno (apenas a un mes, de tres
que dura, y con el tiempo de Navidad por medio, que es la mitad), aparecen una
figuras totalmente asimiladas por la liturgia religiosa: Las Carantoñas de San
Sebastián. Unas figuras que recuerdan las Fiestas de Invierno centroeuropeas,
en especial de los “alemannen”, pero que quedan convertidas en las fieras que
adoran y veneran a San Sebastián en lugar de devorarlo. Su papel es puramente
estático y subalterno de la liturgia.
El Carnaval sigue en la pinza del tiempo del calendario litúrgico, entre
el tiempo de Navidad y el tiempo de Cuaresma. El silvestre y el turístico más
amaestrado; el antiguo y el ya transformado en cabaré. Siguen en la antigua
disputa contra el deseo regulador de las Iglesias, que desean mantenerlo en su
“tiempo ordinario”, regulado dentro de su calendario, un calendario de
celebraciones que resalta cuándo es moralmente correcto el qué.
No sé,
desde estas premisas, dónde está la esencia del Carnaval, en especial en Cádiz,
donde se discute sobre su fecha. No sé qué es mejor para el Carnaval y su
espíritu. Esto sí se debe decidir desde la emoción y el deseo de quienes lo
hacen.
©Pablo
Martínez-Calleja, 2017
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