martes, 31 de julio de 2018

El Carnaval en la pinza del tiempo

La Gigantona de León, Nicaragua. Chirigota a Monago, Badajoz, España. Carnaval chiquito y Carnaval de verano, Cádiz, España.
(De mi libro: “Cadi, ojo del remolino del Carnaval europeo”)



“El Carnaval es católico”. “El Carnaval es en febrero”. “El Carnaval termina con el Miércoles de ceniza”. Son afirmaciones que constantemente escuchamos, incluso de gentes relacionadas con la Cultura y su Ciencia. “El Carnaval es al mismo tiempo en todas partes”, pudimos escuchar en el último Congreso de Carnaval de Cádiz.
Pero el Carnaval no tiene bridas, tampoco temporales, y cuando se las ponen hace que cabalga, pero cabalga a su manera, y salta la valla, indómito, cuando la valla que le sale al camino le molesta.

Más que católico, el Carnaval es caótico y el cristianismo lo metió en una pinza del tiempo porque no podía eliminarlo ni ponerlo verdaderamente bajo control. Ese “hijo pródigo” de Caro Baroja, resultó que era un saltimbanqui y que “lo habían adoptado a la fuerza”, en realidad. La Iglesia le puso la brida de entre la Epifanía y el Miércoles de ceniza: el Periodo ordinario I del calendario litúrgico, un tiempo en el que no hay fiestas relevantes para la fe cristiana; tiempo ordinario. Y el día de los Reyes Magos, por la tarde, el primer día posible para el Carnaval, ante los ojos católicos, comienza el alemannische fasnet. En las comunidades de suevos que con una mano llevan la pértiga o el látigo y la otra lleva la huella del misal descolorido.
A unos pocos kilómetros, a lo largo de muchos otros, la región de los Alpes no sabía leer o los párrocos no sabían llegar, y los Krampusse salen, por ejemplo en Salzburgo, de sus sombras durante todo el tiempo cristiano llamado Adviento.

También el Carnaval hermano del de Cadi, el fasnacht de Basilea, Suiza, cuyo nexo común son los romanceros medievales, celebra su ritual de Carnaval fuera de fecha, de fecha católica, dado que la basilense es una sociedad protestante. Su Carnaval comienza a las cuatro de la madrugada del lunes siguiente al Miércoles de ceniza, y dura los tres días originalmente autorizados.

En Trás-os-Montes, Portugal, veremos que el Carnaval, en algunos pueblos, se celebra ya en la misma mañana del día 25 de diciembre. En Costa Rica, los diablitos se celebran alrededor del 30 de diciembre y al principio de febrero. Los agüizotes y el torovenado se celebran en octubre en Nicaragua, y otras celebraciones se alojan junto a San Sebastián, 20 de enero, como sería el caso de Jarramplas o de las carantoñas, en Cáceres.

¿Qué le pasa al tiempo? Que ni la Iglesia lo ha podido respetar porque los rituales precristianos tuvieron una fuerza de cohesión impresionante para las comunidades entre sí, y para su convivencia con sus realidades y contextos. Así vemos que hasta las vísperas de la Inmaculada Concepción, el 7 de diciembre, son fiestas asimiladas en Jarandilla de la Vera o en León, Nicaragua, donde son claramente un Carnaval fácilmente identificable.

Una vez fijadas esas fechas de celebración de lo que conocemos como fiestas, y que en mi opinión son celebraciones de rituales, el Carnaval, los rituales de invierno, continúan hoy mismo saltando sobre el calendario, porque los rituales de invierno no son de tiempo sino de causa.


Tomemos que los rituales de invierno, también llamados fiestas de invierno, son una representación teatral animista que la comunidad celebraba para protegerse de los espíritus dañinos que pudieran saltar desde las sombras. No todo el año hay sombras, como queda claro si observamos que hay un doble recorrido a lo largo del año: hacia la luz y desde la luz hacia la oscuridad.

La noche de san Juan, tradicionalmente del 23 al 24 de junio, es el solsticio de verano, cuando el día es el más largo y la noche la más corta. La noche del 24 al 25 de diciembre, tradicionalmente, se da la posición contraria de la Tierra en la elipse solar para nuestro hemisferio: es el día más corto y la noche más larga: la oscuridad. El año, y la vida de las personas, siempre han caminado con ese ritmo, en realidad confuso: de la oscuridad a la luz, y viceversa. Y la oscuridad siempre, hasta hoy mismo, ha producido desvelos y miedos en los seres humanos. En los seres antiguos, más en los arcaicos, el miedo era tremendo. Pensemos en nuestros niños, y en su miedo a la oscuridad, a las sombras, siempre acechando temerosos de que algo pudiera saltar desde ellas y dañarlos: un miedo atávico y también alimentado por la Cultura. Un miedo que se combate con la Cultura, con la Ilustración.

Así, cuando los rituales de agradecimiento por las cosechas iban quedando atrás, y las temperaturas del verano tornándose en fríos de otoño, el espacio habitado se iba volviendo pequeño, angosto, como una gatera que se va estrechando y oscureciendo, por la que los seres humanos irían caminando. Ahí se desarrollarían esos rituales liberadores, de lucha y victoria contra las sombras, contra los pobladores de las sombras: los espíritus dañinos. Danzas, con látigos, con látigos de fuego, danzas animistas en las que la comunidad resulta vencedora sobre los malos espíritus y gana la tranquilidad, la seguridad de su libertad. Nunca completa, por otra parte.

Mi hipótesis es que en un recorrido largo de siglos, esas danzas contra los moradores de las sombras fue transformándose, en especial durante la Edad Media, en una evolución compleja hacia las palabras y contra el espíritu de las personas poderosas, lo que anima sus comportamientos: hacia la Iglesia, hacia los políticos y gobernadores. Lo que fuera una danza ritual de cuerpos con látigos se convirtió en la danza ritual de las palabras como látigos, la sátira, contra los que usan el Poder, las sombras son el Poder, contra la comunidad. Por ello la sátira actual del Carnaval que constantemente se dirige contra los poderosos corruptos o abusadores, o contra quienes los secundan y ayudan, o contra quienes desde la comunidad se erigen, con sus conductas morales, en pseudo poderosos y amenazan la seguridad y la libertad de los miembros de esa comunidad.


Causa y no fecha

El Carnaval es la celebración de un ritual por una causa y no el cumplimiento de una fecha de calendario como simple celebración de una fiesta, lo que contribuye, o contribuiría, a la banalización del Carnaval.

Así, la vida interna del Carnaval sigue activa en relación a su causa y ajena a quererse dejar encerrar por el calendario. Su causa es el ataque contra los malos espíritus que anidan en las sombras, sea cuando fuere que las sombras cubran la luz: el uso no recto del Poder.

2018. El 28 de julio se celebró en León, Nicaragua, “una marcha de burla” para criticar al gobierno de Daniel Ortega y su esposa. A la vista de las imágenes del vídeo, donde se observan atuendos propios del Carnaval nicaragüense, así como probablemente una figura similar o equivalente a La Gigantona, presumiblemente para criticar a la esposa del presidente Daniel Ortega, ella misma vicepresidenta de la república, cabe pensar que la marcha de burla no es otra cosa que un salto de calendario del Carnaval a un momento preciso donde la causa pide a la comunidad un ritual de defensa contra los espíritus de las sombras, del Poder. La fecha del último Carnaval de León fue el 27.11.2017.


El Carnaval de Badajoz, en 2014, se celebró en su fecha del calendario litúrgico. El 3 de marzo fue el lunes de Carnaval, y el día 4 de marzo fue subido un vídeoa la plataforma you tubeen el que se puede observar a la murga Los murallitas que le cantaban al presidente de la Junta de Extremadura, José Antonio Monago, una copla que ya le habían cantado en el teatro. Esta vez, según el vídeo, se la cantaron personalmente a él, a la puerta de un restaurante al que acudía.
El 12 de noviembre de 2014, fuera del calendario litúrgico del Carnaval, la misma murga Los murallitas, ante la puerta del mismo restaurante de Badajoz, le cantaron al mismo presidente de la Junta de Extremadura, José Antonio Monago, la copla del Carnaval de marzo de 2014, pero adaptada a la nueva situación política producida por el mismo Sr. Monago.

En 2010 las fechas de Carnaval fueron, en Cádiz, días de lluvia intensaque hizo prácticamente imposible una verdadera celebración del ritual ni de la fiesta. De un modo inopinado, surgió una propuesta tímida de celebrar el Carnaval en verano, como fecha sustitutiva. Una propuesta que tuvo defensores y detractores, de lo que resultó la celebración del primer Carnaval de verano de Cadi, del 23 al 25 de julio.
No hubo una causa directa para tal salto en el calendario, pero si se puede hablar, diría yo, de la necesidad de la comunidad gaditana de celebrar su ritual, y de ello se deduce, también, la fuerza inmensa de un ritual al que no quieren renunciar y que viven como necesario en su celebración.

En 1987 no hubo un salto en el calendario sino una extensióndel calendario y con una causa directa como fundamento: añadir al ritual del Carnaval el combate ritual contra la Iglesia de Roma penetrando aún más en periodo de Cuaresma de su calendario litúrgico y saltando por encima de las normas que esa Iglesia había establecido, las de encerrar al Carnaval, como ritual antiguo de invierno en la pinza temporal del Periodo ordinario I de su propio calendario litúrgico. El vigor del Carnaval de Cadi quedaba patente, una vez más, como ritual necesario de la comunidad. Y la sátira quedaba igualmente clara: Carnaval chiquito, en contraposición al Corpus chiquito.


La explosión de Cádiz de 1947dejó marcado a su Carnaval. En contra de toda predicción, su Carnaval no quedó prohibido, aunque sí trasladado al mes de mayo, Periodo ordinario II, para así desactivarlo desde el punto de vista temporal. Además, su nombre fue suprimido y renombrado como Fiestas Típicas Gaditanas, de manera que con su nuevo nombre no quedaba ningún rastro, aparente, de su origen.
Sin embargo no fue aquí el Carnaval quien salto por el calendario sino el nacionalcatolicismo del general Franco, quien encerró al Carnaval en una nueva pinza del tiempo y le aplicó el lápiz rojo de la censura.

©Pablo Martínez-Calleja, 2018