martes, 28 de marzo de 2017

Homo Erectus, sobre todo empalmao y palote.

La Shirigota rockera ilegal de Cadi es como el Pepito Grillo de un Carnaval (todos) contra normalizarse, adoptar poses y perfumes de bailes de máscaras que pudieran substituir agradablemente la incómoda necesidad de decirle al sinvergüenza que lo es, pero decírselo de corazón y tuétano. Son los autores de una poesía que no habla de la yedra para alcanzar el amor, sino del pelo para disfrutar de la alegría, salvaje y deshinibida. No busquen dientes como perlas ni cuellos de cisne.

Hay un público que no arrima por allí, y otro que seguro que va a darse una mano de barniz. Aunque seamos justos, la mayoría de los que van por allí son almas desgarradas por el “Homo Economicus”, no lo aguantan más y beben, como los vampiros, del aliento de estas malas bestias. Eso es lo punk, búscalo si quieres gozarlo: lo vas a encontrar.


Detrás de todos esos bastinazos, sea el tsunami de flujo, sean las tartaletas de requesón que la vecina hacendosa prepara con el último condón. Detrás, como digo, de todos esos bastinazos hay algo más, bastante más, mucho más. Poco de banal, mucho de anal psicoanalítico que ellos, espejito de la madrugada, muestran al que se ponga las gafas de ver.

Claro que hay juerga y gamberreo, sin eso no habría Carnaval. Como no lo habría si todo fuera superficial, para convertirse en un simple espectáculo de variedades. Pero no hemos llegado a tanto, aquí se trata de cabaré golfo y macarra, de cabaré delirante, de vida delirante colocada en el escaparate y no se vende, nada, excepto el CD.

Es precisamente en este momento, en que una denuncia de unas viudas gallegas pone contra la Ley al concejal de Cultura responsable de un cartel del Entroido, cuando el Carnaval más indomable debe presentarse, y salirse de la pinza del calendario en que la iglesia, una y otra, han querido encerrar y dejar morir al Carnaval, que una vez luchó contra el diablo y hoy lucha por la libérrima libertad y contra el desvarío del Poder.

La burla es nuestro último cuartel de invierno, la cueva de ese Homo Erectus, siempre empalmao, siempre palote. Una burla que surge de la realidad, elementos que se exageran para que esa realidad invisible para muchísimos cobre visibilidad. El Carnaval es como un despertador de conciencias, además del mejor acuerdo para la risa.


Sí, erectus será empalmao, tomado de una forma directa, y bipedestático para quien le dé más vueltas: hecho fundamental en la evolución humana.

Ya en la presentación anuncian a los novicios de entre el público que su Carnaval será de pelo. Pero, ¿solo pelo?

El primer culpé trata de las peloteras conyugales tan propias durante la preparación del Carnaval y durante el Carnaval mismo:

“(…) mi parienta, conmigo, siempre ha tenido
muchísima paciencia,
porque la pobre está disecada en el museo de ciencias.”


De ahí pasamos a nuevas formas de vida social, nuevas en nuestro mundo católico de moral sexual muy limitada y todavía desconocedores de prácticas milenarias que ahora se están poniendo de moda:

“(…) ella me está enseñando a correrme al revés
y em pego tol día tan empalmao como el Everest;
tol día en erección
sin eyaculación (…)”.


Sus textos son directos y deshinibidos, algo que cabría observar como un ataque contra la cultura pequeñoburguesa, puritana o amiga de convenciones sociales. Un ataque que en una sociedad como la española juega un papel de emancipación sexual de importancia (como queda corroborado por los textos de agrupaciones callejeras de Carnaval como Cadiwoman, que obtuvo un verdadero éxito con su Clitorito).

Curioso el papel diferenciado que esta Shirigota callejera e ilegal le atribuye a la mujer, a diferencia de la que otorga al varón:

“María la sapiens es lista, es una gran inventora,
nos vienen del carajo sus ideas innovadoras (…).”

“(…) pero un día llegó el homo sapiens
y con su intelecto me intentó convencer,
me dio el nota un pedazo de zoleta
con la intención de que currara pa él,
(…).
Él me decía que yo era primitivo
y que trabajar me vendría muy bien (…)”.



Llamativa es la impronta del habla porteña que han incorporado este año estos magníficos cantores y escritores. Empiezan por la expresión:

“Con un moraso en la punta yo conocí a una china
(…).”

Para seguir con dos cuplés enteros en esa habla:

“Salgo con una argentina,
guapa, muy buena muchacha,
tiene un culito lindo, adornado con sus cachas,
y cuando su chimichurri se pone sabrosón,
mi chorizo criollo alcanza el punto de ebullición.
Tiene un buen revolcón,
mucha conversación (cliché atribuido a muchos, en especial, porteños).
Yo solo escucho con atención
lo que charla la flaca de la argentina,
no sé cómo explicarlo:
que trabaja tres hora y más de ocho tarda en contarlo.”


Hay unos versos que remiten a la cultura machista y taurina:

“A la gachí complaciente, yo la dejé sin rencores,
porque por poco acabo toreao con picadores.”

Aunque de la lectura atenta de todo el reportorio, bien parece que este Homo Erectus nunca hace doblete, y si está con una mujer no está con otra hasta no haber roto con la anterior. De esa actitud moral se deduce que la queja de los cuernos que le ponía la muchacha complaciente podría ser justa, por no serlo recíproca.

Es curioso, aunque hablo solo de memoria, que tengo la impresión que las relaciones que presenta esta Shirigota son siempre únicas y nunca solapadas. Sería muy interesante hacer sobre esto una pequeña investigación. Aunque al llegar a La Caleta hubiera “dos pibas en tosles”, no se puede deducir de este deseo o realidad otra cosa que una relación consentida, pero no una relación paralela. Insisto en este asunto porque en el repertorio de este año de 2017 observo una crítica al sistema económico, donde se incluye el malestar hacia la “monogamia eternizada”, sobre todo por el aburrimiento que significa, incardinada en un sistema que también lo es económico.


Al mismo tiempo veo que hay una crítica a la actitud de comodidad de la sociedad, una actitud de consumo sobre las personas también:

“Cuando tú tiene un chiquillo es un trastorno muy grande,
consecuencia directa de darle gustito al glande:
cuarenta y siete pulgadas pa ver al pocoyo,
con lo a gusto que estaba viendo conciertos de rock&roll.
Hoy, después de almorzar,
dijo mi Maripaz:
quiero tener otro niño y lo quiero ya.
Sin pensarlo le dije yo a mi parienta:
ya mismo nos ponemos,
porque a mí, en verdad, tampoco me gusta el que tenemos.”


No falta la burla de sí mismos que hacen estos Homo Erectus y de su “hominitud”:

“Como ya voy pa pureta, me he vuelto muy selectivo:
solo como marisco si lo veo antes vivo;
yo ya no piso el piojito, ni tampoco el primar,
y a la barra del Faro suelo ir a desayunar.
Ahora por Carnaval, mi palco en la final,
Tomo Vega Sicilia y Chivas Regal.
Y en cuestión de mujeres también me he puesto
Un listón del carajo,
y tan solo me tiro a lo que pase por debajo.

Parece claro que esta expresión claramente cosificadora de la mujer forma parte de la crítica y burla, cristalizada en un modo de hablar que aquí creo que se utiliza con ironía.


El popurrí es una reivindicación de la animalidad en contraposición a una civilidad que permite a las gentes mear en cualquier parte, en mitad de la calle, por ejemplo.
Una animalidad enfocada a lo humano, a la emocionalidad sana, respetuosa hacia los otros. Un popurrí que incluye una monición educativa hacia lo que es el Carnaval de Cadi:

“Tómate conmigo una cruzcampo glacial
y date una vueltecita por las calles pa escuchar a los demás,
que este es nuestro Carnaval.”

La Shirigota callejera e ilegal y rockera de Cadi no me decepciona. Son los representantes de una contra cultura potente, inteligente y gamberra, irreverente e iconoclasta.
Son el aire con el que respira el Carnaval en su sentido estricto.


©Pablo Martínez-Calleja, 2017



De aquí salen los cupleses:


Y de aquí:


No hay comentarios:

Publicar un comentario