jueves, 26 de enero de 2017

Cuándo debe comenzar el Carnaval

Hasta ahora todos creemos que el Carnaval comienza siempre en la misma fecha, lo que sin embargo no es exacto; y menos exacto aún que termine el Miércoles de Ceniza.

No hay fecha para el comienzo del Carnaval, en realidad, excepto en referencia a la fecha de la Pascua de Resurrección de Jesucristo. Hay fecha para que cualesquiera ‘actividades mundanas impuras’ cesen por la llegada de la Cuaresma.

Fechas de la Semana Santa y Navidad. Es en el Concilio de Nicea, 325 d.C., cuando se fija que la Pascua de Resurrección se celebrará el primer domingo después del primer plenilunio de primavera, que comienza el 21 de marzo aproximadamente. La razón del uso del calendario lunar tiene su origen en que la crucifixión de Cristo se produjo el día del Pessach judío, y este día se calcula por el calendario lunar.

Teniendo la fecha del Domingo de Pascua debemos retroceder hasta alcanzar el principio de la Cuaresma, el Miércoles de Ceniza, a partir del cual rige, en el ámbito cristiano, la regla del ayuno y la abstinencia. Según estas reglas, el Carnaval recibe su límite final para la Iglesia.

Pero el Carnaval tiene también un límite temporal inicial, después del 6 de enero (para las gentes; o el domingo siguiente, el bautismo de Jesús), día de la Epifanía, a pesar de los conatos de Carnaval que puedan observarse en la Noche de San Silvestre o en el Cotillón de la víspera de los Reyes Magos de Oriente. Es curioso que en la República de Alemania las gentes no consideran Navidad ni Navidades más allá del 26 de diciembre, día de San Esteban y fiesta oficial nacional.

Fecha de Carnaval. Es fácil colegir que el Carnaval es una festividad no incorporada a la tradición cristiana, en principio, sino soportada y tolerada solo durante el “tiempo ordinario”. Y que hay un Carnaval más domesticado capaz de entrar en la iglesias, como en Münster, por ejemplo, donde en Domingo de Carnaval acuden los carnavalistas a misa con sus uniformes y estandartes e incluso ayudan a misa.

Así como se puede observar con exactitud el establecimiento por Guillermo III del Totensonntag (Domingo de Muertos) en Prusia, el domingo último antes del primer domingo de Adviento, para no contaminar con la muerte el tiempo de preparación para el nacimiento de Jesús, podemos ver con igual precisión que el Carnaval no debe contaminar la Cuaresma y debe finalizar, como ocurre en la tradición, antes de la misa del Miércoles de Ceniza.

Pero esto no es todo. El Carnaval no es simplemente soportado o tolerado por la Iglesia, sea la de Roma o la luterana (geografía de la que desapareció el Carnaval). También en Baviera, católica, desapareció el Carnaval como lo hizo en la España nacionalcatólica del general Franco. Cádiz fue una excepción, al mismo tiempo que una excepción muy particular. Como Tenerife fue otra excepción corriendo el tiempo junto al turismo de masas a partir de los 50.

El Carnaval se ha mantenido bien por asimilación de la Iglesia de Roma o porque a Roma no se ha presentado otra opción que aceptarlo, donde ha sido necesario, y tratar de domesticarlo. Hablamos de un Carnaval que se lanza a la vida desde el mismo día de los Reyes Magos en el sur de Alemania, con sus primeros actos para desempolvar el Carnaval (antiguo) y del que insiste en penetrar la Cuaresma contra la norma cristiana católica (segunda semana de Carnaval y Carnaval chiquito en Cádiz) o que directamente se celebra contra el criterio cristiano el primer lunes, y hasta el miércoles, después del Miércoles de Ceniza (Basilea).

Sí hay otras Fiestas de Invierno (Carnaval antiguo) que se celebran durante el invierno recién inaugurado tras el “tiempo de Navidad”, como Jarramplas, en Piornal, Cáceres, que a la manera de Münster (Alemania), pero dando un paso mucho más allá, su figura central vive en su paganismo (fuera de la iglesia del pueblo) y es ‘atrapado’, domesticado,  por el orden religioso contrario a las ‘supersticiones’ en el interior de ella.
Pude entrevistar a unas mujeres en la iglesia de Piornal momentos antes de la celebración de la misa, una vez comenzada la procesión en la que San Sebastián avanza y Jarramplas camina hacia atrás sin perder la mirada dirigida al santo.
Las mujeres me explicaron que los nabos que recibe Jarramplas como castigo son el recuerdo del martirio a San Sebastián (fue con flechas). Una suerte de transfiguración de una figura en la otra, de normalización de todo lo que la vida presente dentro del molde de lo religioso cristiano.

También a mediados de enero, en Lauenburg, aparece por las calles una figura llamada “Die lustige Person (La persona divertida)”, en este caso con una estética propia del XIX. Una figura amable con niños y grandes, que reparte dulces y otros objetos, pero que lleva una palmeta en la mano por si fuera necesario aplicar la disciplina. Una figura sola que en algún punto recuerda la soledad de Jarramplas y sus cachiporras, lo mismo que el origen enigmático de las dos fiestas.

Hay más, por San Sebastian, recién llegado el invierno (apenas a un mes, de tres que dura, y con el tiempo de Navidad por medio, que es la mitad), aparecen una figuras totalmente asimiladas por la liturgia religiosa: Las Carantoñas de San Sebastián. Unas figuras que recuerdan las Fiestas de Invierno centroeuropeas, en especial de los “alemannen”, pero que quedan convertidas en las fieras que adoran y veneran a San Sebastián en lugar de devorarlo. Su papel es puramente estático y subalterno de la liturgia.


El Carnaval sigue en la pinza del tiempo del calendario litúrgico, entre el tiempo de Navidad y el tiempo de Cuaresma. El silvestre y el turístico más amaestrado; el antiguo y el ya transformado en cabaré. Siguen en la antigua disputa contra el deseo regulador de las Iglesias, que desean mantenerlo en su “tiempo ordinario”, regulado dentro de su calendario, un calendario de celebraciones que resalta cuándo es moralmente correcto el qué.

No sé, desde estas premisas, dónde está la esencia del Carnaval, en especial en Cádiz, donde se discute sobre su fecha. No sé qué es mejor para el Carnaval y su espíritu. Esto sí se debe decidir desde la emoción y el deseo de quienes lo hacen.


©Pablo Martínez-Calleja, 2017