viernes, 7 de octubre de 2016

Varias consideraciones provocadoras sobre el Carnaval de Cádiz

Consideración previa

Estoy convencido que para cualquier observación y documentación de un hecho cultural es necesario que pase, al menos, dos veces el mismo ciclo de lo observado. En la primera se constata el hecho y se vive con interés; en la segunda se empieza a comprender el hecho.

Creo que es fundamental no solo el intento de alejamiento del objeto estudiado sino, y sobre todo, con Mintz y los que alabaron su trabajo: acercarse con interés empático y tratar de vivirlo en su realidad interior.


Carnaval y tradición

El Carnaval es, en sí mismo, una lucha contra la norma, contra la tradición, a favor de la libertad libérrima de actuar. Sí, claro, el Carnaval como hecho cultural, como producto cultural y como vivencia, queda sujeto, es manejable y comprensible desde su fijación material en una forma, concreta, que permita su reproducción año tras año.
Sin embargo, el Carnaval no puede desoír su identidad de ariete contra la norma, también contra la norma del Carnaval que lo pueda encorsetar y destruir.

El Carnaval de Cádiz vive en la necesidad de la novedad anual, y en el hecho contextual histórico. No hay un Carnaval de Cádiz si no se comprende su biografía: sus diferentes etapas y sus reformas estéticas u organizativas.
No hay Carnaval de Cádiz sin el antes y el después del Carnaval Chiquito, por ejemplo; ni un Carnaval oficial sin su Carnaval ilegal. Otra cosa son los gritos desesperados para salvar la tradición, ante lo que cabe preguntarse ¿cuál es la tradición que se desea salvar?, ¿la del XVIII?, ¿la del XIX?, ¿la republicana de los 30?, ¿la de las Fiestas Típicas Gaditanas? ¿La anterior a Paco Leal, Paco Rosado y todos los demás o la posterior?

El público es muy sabio (afirmación que generalizadora resulta más que atrevida temeraria) en las calles de Cádiz y hay que dejarle que siga siendo soberano, que siga siendo tan independiente que cuando se acerque a una chirigota y no le guste, se dé la media vuelta y se largue. Hay un público que gusta del Carnaval y que se arremolina entorno a la “Agrupación Callejera” que tan pronto saca una “Te la tengo sentenciá” como un carnaval tinerfeño, y aporta una modernidad al Carnaval de Cádiz perfectamente comprensible a la vez que fresco, renovador y sostenible que sería muy difícil rechazar como un Carnaval ajeno o extraño a la ‘tradición’. No hay más que observar los cientos de personas que se agolpan alrededor de esta agrupación de cuatro personas para contemplar el más sólido de los ataques contra la tradición y a favor del Carnaval.


Modalidades literarias y musicales

Una de las más grandes cosas que aporta el Carnaval de Cádiz a la cultura universal, y no solo a la cultural hispánica universal, es su palabra. Pero este hecho, denominador común de Cádiz, no debería impedir la observación de la enorme diversidad del Carnaval de Cádiz en su propio interior. Por muy diferentes razones, pero sobre todo por el hecho aglutinante, y un tanto simplificador, del Concurso (COAC), parecería que el Carnaval de Cádiz fuera un solo Carnaval, donde sin embargo podemos identificar varios carnavales desde su expresión literaria y musical: coros, comparsas, chirigotas, cuartetos (COAC); romanceros; chirigotas ilegales (enorme pléyade de hechos singulares y otros normalizadores tendentes a una expresión de cultura unívoca); cabalgata y otros actos centrales.

Sí, la lista se hace inmensamente larga en contradicción con la aparente simpleza. Es normal, las realidades complejas, por serlo, nos conducen a dejarlas comprendidas en un cliché para poder manejarlas. Hagamos, pues, el intento de regresar a la complejidad que propongo.

. El COAC. No es difícil comprender que hay una simplificación empobrecedora, si se me permite, desde el punto de partida, su organización: un único jurado para cuatro elementos literarios y musicales tan distintos e incluso dispares. Pero son cuatro manifestaciones escénicas, musicales y literarias absolutamente diferentes.

¿Cómo es posible que un mismo jurado esté en condiciones de valorar lo mismo un cuarteto que una comparsa? ¿Una chirigota que un coro?
¿Pondríamos al mismo jurado para un concurso de cuentos cortos, de novela o de poesía?

Romanceros. Su ‘expulsión’ del COAC denota la inseguridad de no saber qué hacer con LA JOYA DE LA CORONA. Su localización en un teatro diferente, sin embargo, le aporta marginalidad como consecuencia. Resulta imposible, como investigador en la Red, alcanzar ningún conocimiento sobre su reglamento, la elección de su jurado y otros detalles.
La marginalidad que los romanceros sufren nada tiene que ver con su calidad y su importancia cultural fundamental. No es solo que sean descendientes modernizados y adaptados de los romanceros de ciego y la literatura de cuerda. Los romanceros nos unen a Europa a través de las baladas de origen medieval, nos devuelven a la tradición del juglar y nos permiten pisar tierra firme literaria en una fiesta aparentemente bastarda.


Diversidad de acontecimientos

El Gran Teatro Falla con su COAC, con su doble modalidad (adultos, niños y jóvenes), tiene el carácter centralizador, unificador y simplificador, que para mucha gente pudiera ser la referencia válida del Carnaval. El teatro de títeres de la Tía Norica, donde se celebra el Concurso Oficial de Romanceros, que prácticamente se llena y que está deviniendo, de modo creciente, en elemento de ‘culto’ dentro del Carnaval gaditano. El Casino Gaditano, El Faro o el Café Royalty, semejantes a las Karnevalssitzungen de más caché en Colonia, Maguncia o Düsselforf. Cafés como La Habana o Cambalache, que simplemente acogen agrupaciones callejeras para sus ensayos generales o ya comenzado el Carnaval, y donde ni siquiera la consumición resulta una exigencia. Locales de ensayo y peñas que tienen gran similitud con los Keller de Basilea. El Pay Pay.

Se suman, a esta larga lista, los actos centrales del Carnaval y los escenarios o tablaos donde actúan diversas agrupaciones, lo mismo en la calle de La Palma que en la Plaza de la Candelaria, entre otros lugares.

Las calles de la ciudad: el Carnaval ilegal, producido por las agrupaciones callejeras, un Carnaval de una riqueza ilimitada, laboratorio continuo de experimentación, provocación y Carnaval. Cádiz florece en su Carnaval con el abono de la cultura teatral europea, como puede verse, por ejemplo, con la Agrupación Callejera, Las niñas o Las presas ibéricas. El feminismo más inteligente, de la mano de agrupaciones de mujeres como Cadiwoman; chirigotas ocasionales que es siempre un gusto volver a vivirlas en las calles :“Las Amantis religiosas”, en 2014, o “Los tumiba’llamá’paná”, en 2015, etc.
La Shirigota Rockera de Cadi, un producto “anti cultura” imprescindible; elemento definitivamente fundamental para seguir hablando de la existencia de un Carnaval en sentido moderno dentro del Carnaval en su completud.
Añadamos a este inmenso panorama las agrupaciones que surgen y salen de modo espontáneo, como siempre fue la ‘tradición’ en Cádiz.

Este Carnaval ilegal es sobre todo un ‘politisches Kabarett’, un ‘Speaker’s Corner’ sin límite de ninguna clase, un teatro entre el dadaísmo y el absurdo de Ionesco, Mihura o Fo, cargado de gaditanismo, incluso de rancios machismos y fobias.

Súmese el Carnaval chiquito, surgido en 1987 de la mano de Paco Leal, Paco Rosado y varios otros, prolongación del Carnaval, desde su ya prolongada celebración, paráfrasis del Corpus con su Corpus chiquito, al que se añade el Carnaval de verano, que regresó a Cádiz tras su exilio.


Hecho cultural e industria cultural

Todo hecho cultural es un hecho económico, de esta premisa parto para mis consideraciones siguientes.

Cádiz, gracias a su potencial cultural, tiene un enorme potencial económico también, y es urgente materializarlo. Su 30% de desempleo exige a toda su sociedad y a sus autoridades emplear la imaginación para que una futura verdadera industria cultural pueda ser riqueza sostenible en todos los sentidos. Empezando por la higiene pública donde solo es necesario seguir las normas comunes que, como en los Sanfermines, exigen a todos los locales públicos mantener abiertos sus aseos.

Imprescindible, se presenta, dotar de prestigio al Carnaval de Cádiz mediante acciones de marketing y publicidad que centren la fiesta en su verdadero sentido, y que desde luego no es solo la literatura y la riqueza musical, pero sí sobre todo. En este mismo sentido no parece conveniente invitar a llegar a un turismo internacional que no pueda comprender la fiesta por limitaciones lingüísticas (a su vez una oportunidad de negocio para la Universidad e instituciones privadas), puesto que causaría frustración y prestigio negativo.

Es en su variedad real donde el Carnaval puede diversificar sus oportunidades de negocio. Empezando por la finalización del proyecto de su museo, al que podría unirse un Aula de Carnaval. Un museo que debería alejarse de ser un simple escaparate de agrupaciones y tipos, como resulta el caso en Badajoz, y aspirar a ser un Museo en sentido estricto, aunque con una didáctica actual y transversalizadora. Un museo que no debería perder de vista la riqueza ibérica de Carnaval.

La artesanía del Carnaval, la verdadera desconocida todavía, pero que a su vez es rica en su variedad y rica en sus posibilidades de explotación. Incluyo aquí, también, todo lo referido al diseño, en especial al diseño gráfico. A tener en cuenta es el trabajo de diseño artístico, desde la sostenibilidad, que presenta la Agrupación Callejera. Así mismo, la industria editorial.

La organización de un Congreso interdisciplinar del Carnaval con proyección internacional, que descubriera todas sus riquezas y estudiara todas sus posibilidades. Una posible reorganización y quizá nueva concepción del hasta ahora conocido como COAC; una nueva perspectiva hacia los Romanceros, elemento cultural de inmensa importancia. Una intensificación en la conexión interatlántica y europea.

En el plano más local, referido a Cádiz, su provincia y la península, la segregación de los carnavales que integran el Carnaval podría dotar de una mejor explotación económica del hecho cultural que es el Carnaval.


Así mismo, una oficina de seguimiento que ofreciera apoyos de todo tipo a las posibilidades de explotación del Carnaval hacia otros tipos de artes escénicas, y el aprovechamiento de cuanto Cádiz posee: FIT, Alcances, y el respaldo insustituible de su Universidad.

Por último, la preservación del Carnaval de Cádiz gracias a su aceptación por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

©Pablo Martínez-Calleja, 2016